sábado, 8 de diciembre de 2012

1940: el fermento vinotinto

Carlos Valmore Rodríguez
Mientras Hitler incendiaba Londres como un Nerón transalpino, Venezuela entraba en la tercera guerra mundial del beisbol.
El país se mantuvo neutral en la primera, librada en agosto de 1938 entre Estados Unidos e Inglaterra con asombroso desenlace: filicidio británico y  capitulación yanqui. También se mantuvo al margen en 1939, año uno del yugo cubano. En septiembre de 1940 la pelota nacional, que ya había exportado un grandeliga, amplió sus miras y traspuso los linderos de su Hinterland bolivariano y centroamericano, que empezaba a quedarle pequeño. Se le había abierto el apetito expansionista.    
En el capítulo tres de la Serie Mundial Amateur, la República ingresó a la ONU del beisbol. Asistió antes, como selección, a torneos regionales, mas era la hora de darse una vuelta por la aldea global. El  26 de agosto de 1940 la infantería patriota desembarcó en La Habana con ganas de conquistar un planeta desconocido.  
Luis Romero Petit, único sobreviviente de aquel equipo fundacional, recuerda que fue el periodista Abelardo Raidi quien insertó a Venezuela en el ajedrez de las naciones. “Antes hubo un equipo que viajó a unos Juegos Centroamericanos, pero era la primera vez que se iba a un mundial. Fue una sorpresa para mí”, recuerda Romero Petit con una retentiva inigualable a cinco años de cumplir el siglo. “Yo vivía en Maracaibo, pero en 1939 viajé a Caracas a jugar beisbol con el Centauros. Creo que fue ahí donde me vio Abelardo. Resulta que él me fue a buscar a Maracaibo y me dijo; ‘prepárate, que te vas para Cuba a representar a Venezuela’. Yo le respondí: ‘pero cómo es eso, voy a perder mi trabajo aquí’. Me contestó que todo estaba arreglado, que ya había sacado el permiso”.  
A Raidi le costó Dios y su ayuda organizar esa expedición. Había recabado más de mil dólares en competencias de exhibición, pero faltaba plata. Logró convencer al gobierno de Eleazar López Contreras para que sufragara la mitad de los gastos. La otra mitad la puso la gente en colecta pública. Solo así pudieron zarpar los beisbolistas en el vapor La Habana,  que los llevaría al teatro de operaciones. 
 “Lo que conseguimos en Cuba  fueron rivales muy fuertes”, apunta Romero Petit. “Nicaragua, Estados Unidos, México, Puerto Rico. Hasta había un equipo de Hawai, bastante poderoso y conformado por estadounidenses y japoneses” (había también muchos nativos del archipiélago).
El protocolo de recepción para Venezuela lo encabezó Nicaragua, un escuadrón que ya le había ganado a su par suramericano en batallas regionales. El legendario cronista Herman “Chiquitín” Ettedgui escribió el día antes del partido en el diario El Universal que el zuliano Hernán Hernández, “joven, corpulento, con velocidad y buen repertorio de curvas”, saldría como lanzador abridor del bando tricolor  y que su compañero de batería sería el también zuliano Guillermo Vento.
El 15 de septiembre de 1940, mientras las bombas de la Luftwaffe atravesaban la niebla perpetua de Londres y espolvoreaban muerte por toda la capital imperial, Venezuela suspendió su cabeza sobre la pila bautismal. En efecto, Vento fue el catcher, mas sobre la lomita se acomodó Valentín Arévalo, aunque por poco tiempo, pues salió en el segundo episodio. La toletería nica, con jonrón de Jonathan Robinson y triple productor de Stanley Cayasso, respaldó  la opresiva labor de su tirador José Ángel Meléndez, a quien sus enemigos ni siquiera pudieron pisarle la segunda. “El Chino” le colgó nueve ceros al pabellón de siete estrellas y se apuntó el triunfo por 5-0.  
La reconstrucción que hizo Ettedgui del inning inaugural de Venezuela en su trayectoria mundialista es extensible al resto del pleito. “Meléndez lanza por Nicaragua y le recibe Miranda. Pérez juega yo-yo, Petit fallece con globo a la izquierda, Redondo pega un temporal por la izquierda, Guevara rolea al short y sale forzado”.  La partida de nacimiento de las selecciones nacionales en torneos ecuménicos llevaba una derrota en el membrete. La firmaron José Pérez Colmenares, Luis Romero Petit, Héctor Benítez “Redondo”,  Federico Figueredo, Candelario Guevara, Guillermo Vento, Valentín Arévalo, Félix “Tirahuequito” Machado  y Atilano “Inga” Malpica como miembros principales. Al menos “Redondo” encontró consuelo al abrir la cuenta de los hiteadores criollos en contiendas  planetarias. Pero más se perdió en la guerra. Y no era un decir.  En La Habana se hablaba de disparos y cañonazos solo en sentido figurado. En la vieja Europa esas eran expresiones literales de una infernal cotidianidad.    
Venezuela no se desmovilizó ante la derrota ni dijo no juego más. El siguiente contrincante se llamaba México, un adversario que debía ser tratado de usted. Igual deferencia merecía Rafael Kinsler, el escopetero de Cagua que venía a acaudillar el contraataque. El 17 de septiembre, cuando la Royal Air Force hacía de la Normandía ocupada una tea que alumbraba el Canal de la Mancha, los nativos desataban un tardío, aunque devastador raid sobre los aztecas en el noveno acto para ganarles 6-1 y hacerle justicia a Kinsler, que se atrincheró sobre la colina durante nueve actos, apenas toleró dos hits y una carrera. “Kinsler se portó”, relató Ettedgui al día siguiente en El Universal. “Estuvo enorme en la lomita. Trabajando de manera sensacional fue deshaciéndose de los bateadores contrarios en forma tan terminante que apenas un par de inatrapables le conectaron en todo el desafío”.
Kinsler  (“un magnífico pitcher y un tipo muy serio”, a decir de Romero Petit) estuvo a punto de arar en el mar Caribe. Venezuela apenas fabricó una anotación en los ocho episodios iniciales y se atascó en las almohadillas hasta que vino el incesante cañoneo del noveno.  “El cuadro azteca se estaba defendiendo muy bien”, escribió Ettedgui en las páginas de El Universal. “Pero cuando empezó el noveno episodio, un carnaval de batazos saludó a los lanzamientos de Carlo Daza, pitcher derecho de nuestros rivales, y cuatro criollos pisaron la goma. “Inga” Malpica comenzó ese episodio recibiendo un boleto de libre tráfico. Un toque sacrificio de Kinsler lo llevó a la intermedia y un sencillo de José Pérez hasta la goma. Esa carrera rompió el empate, pero los siguientes bateadores de Venezuela no se dieron por satisfechos. Petit se embasó después de conectar un roletazo violento por segunda. Redondo se acreditó hit con machucón al pitcher…y Vento ligó una línea incogible por el campo central para dos carreras más”.  Este rally es el certificado de origen de todos los triunfos con la V en el pecho. Los muchachos celebraban en el estadio La Tropical justo cuando los Stukas de Hermann Goering vaciaban sus panzas cargadas de devastación sobre la gente y la sombra del nazi-fascismo oscurecía medio continente.  
Con el transcurrir del torneo, y como la aviación alemana en la Batalla de Inglaterra, Venezuela se fue diluyendo y cerró en la cuarta casilla, con balance de 5-7. Escoltó a Cuba, Nicaragua y Estados Unidos. “Era un equipo débil, tenía muchos jóvenes inexpertos”, explica Romero Petit. “El shortstop y la segunda base creo que eran muy novatos para enfrentar a equipos tan poderosos como los que vimos ahí”. La novena dirigida por Manuel “Chivo” Capote bateó poco, lanzó sin puntería y fildeó con un bloque. “El verdadero desastre ha sido el fielding”, declaró a la prensa el cubano Joseíto Rodríguez, uno de los integrantes del cuerpo técnico. “Cuando uno comete un error, parece que se abriera un grifo para dar paso a los siguientes”. 
A Romero Petit le quedó el inestimable bien de la experiencia. Y no solo a él. “Abelardo Raidi se dio cuenta de que para ganar esa competencia tenía que llevar un equipo más fuerte”, apunta el marabino. “Y entonces buscó mejores peloteros para el año siguiente”. Ese era 1941, el año héroe del deporte nacional. El experimento de 1940 fue el punto de partida, el fermento para dar con la fórmula del campeón, la levadura  que más tarde  esponjaría el orgullo patrio y el frenesí por el beisbol. “En la serie de 1940 se gestó el triunfo del 41, pues me di cuenta de que necesitábamos más pitchers y menos jonroneros porque el parque medía como 600 pies, nadie daba jonrones”, recordaría Raidi 61 años después. Y en el mundo  se necesitaba cordura, pues lo que se propagaba era el virus del odio, que terminaría en la peor tragedia de la especie humana. Su propia existencia llegaría a la cuenta máxima.  
     

Box score del primer partido de Venezuela en competencias mundiales

Nicaragua AB C H O A E
Girón 2B 3 1 0 1 3 0
Hernández 3B 4 0 0 1 3 0
Cayasso CF 4 1 3 1 0 0
Laccayo LF 4 1 1 1 0 0
Robinson 1B 3 1 1 16 0 0
Miranda C 4 1 1 4 1 0
Valecillo RF 4 0 1 0 0 0
Navas SS 4 0 0 3 5 0
Meléndez P 3 0 0 0 6 0
TOTALES 33 5 7 27 18 0

VENEZUELA AB C H 0 A E
Pérez 1B 4 0 1 15 0 0
Petit 3B 4 0 0 2 3 0
Redondo CF 3 0 1 4 0 0
Guevara LF 2 0 0 0 0 0
Figueredo RF 3 0 1 0 0 1
Vento C 3 0 0 2 2 1
Arévalo P 0 0 0 0 1 1
Machado 2B 3 0 1 2 2 0
Malpica SS 2 0 0 2 4 0
R. Hernández P 3 0 0 0 1 0
Vivas (X) 1 0 0 0 0 0
TOTALES 28 0 4 27 13 3
ANOTACIÓN POR ENTRADAS
C H E
Nicaragua 011 100 002 5 7 0
Venezuela 000 000 000 0 4 2

SUMARIO: Home Runs: Robinson
Three Base Hits: Cayasso, Laccayo
Hits a los pitchers: A Meléndez, 4 en 9 innings, a Arévalo, 2 hits en 1/3, a R Hernández 5 en 7 2/3.
Struck outs: Meléndez 4, Arévalo 0,  R. Hernández 2.
Bases por bolas: Meléndez 1, Arévalo 0, R. Hernández 1
Dobleplays: Girón a Navas a Robinson. Navas a Robinson.
Carreras limpias. Girón, Robinson, Cayasso, Laccayo. QEB: Venezuela 2, Nicaragua 3. Bases robadas: Girón, Valecillo, Robinson.
Pitcher ganador: Meléndez
Pitcher perdedor: Valentín Arévalo
Jugado el 15 de septiembre de 1940 en el estadio La Tropical de La Habana       
El Dato
La primera carrera de Venezuela en torneos mundiales la anotó Atilano Malpica y la remolcó José Pérez Colmenares
Dato:  José Pérez Colmenares fue el mejor bateador de Venezuela en la Serie, con 17 hits en 44 turnos (.386).
Dato: Rafael Kinsler fue el primer venezolano en lanzar completo en un Mundial. Lo hizo ante Hawai. Kinsler también le ganó a México dos veces   

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