jueves, 4 de octubre de 2012

El polaco triplecoronado


Carlos Valmore Rodríguez
Yastrzemski. Deletrear esta espesa sopa de consonantes cuesta tanto como ganar la Triple Corona, que desde hace 45 años lleva su apellido. Los estadounidenses, magos de la abreviatura y tacaños con el tiempo, lo redujeron a “Yaz”, una letra para cada guirnalda del buen bateo.
A Yaz le abreviaron el patronímico, no el talento. Descendiente de polacos, y nacido en 1939, su diamante primario fue un sembrío de papas en Bridgehampton, Long Island, Estados Unidos de América. Hijo de un agricultor con dotes de atleta, Carl ya era un triplecoronado en la secundaria como estrella de beisbol, baloncesto y fútbol americano. Antes de pelotero completo, deportista enciclopédico. En la universidad hubo de escoger. Eligió el beisbol y los Medias Rojas de Boston lo eligieron a él. Sus dotes de chocador y su buena defensa de los bosques hicieron pensar a los bostonianos que podría ser el sucesor de un superhéroe llamado Ted Williams. En 1957, cuando Williams ganaba su penúltimo título de bateo, “Yaz”, zurdo como Ted,  firmaba con los Red Sox. Por 1959 debutó a lo grande en las menores (fue campeón bate y Más Valioso de la clase B). En 1961 pisó tierra firme en MLB. 
Y rápidamente las conquistó. En 1962, con 22 años de edad, sacó votos para el Más Valioso luego de dar 43 dobles y 19 jonrones, remolcar 94 carreras y ligar para .296. En 1963 ganó el primero de sus tres títulos de bateo (.321) y logró un porcentaje de embasado de .418. Su heterodoxo estilo de pararse en home, con el bate muy arriba, empezó a hacerse popular en Boston y sus alrededores, al igual que su número 8. “Yaz” calzaba los zapatos de Ted.
En 1966, Carl Yastrzemski terminó una campaña decepcionante, tanto para él como para los Medias Rojas, que llegaron detrás de la ambulancia en la Liga Americana. Pero el artillero emergió con la fuerza de un maremoto en 1967, su año, el de la Triple Corona. Fue campeón en average (.326) en cuadrangulares (44) y en remolcadas (121). También en anotadas (112), hits (189), OBP (.418) y slugging (622) Eran tiempos de dictadura del pitcheo, de modo que esos dígitos valen mucho más que lo que aparentan. Con ellos empujó a Boston en una lucha titánica que les permitió ganar, agónicamente, el gallardete del nuevo circuito. Un juego le sacaron al final a los Tigres de Detroit y a los Mellizos de Minnesota en lo que se llamó “El Sueño Imposible”. Luego perdieron la Serie Mundial con los Cardenales de San Luis.
Miguel Cabrera siempre ha dicho en 2012 que ganar la Triple Corona no era su prioridad. Tampoco fue la de Yaz en el 67, enfrascado como estaba en la Odisea por alcanzar Ítaca: el clásico de octubre. “En el 67, la triple corona no se mencionó nunca. Estábamos metidos en la carrera por el campeonato”, dijo el ex jugador al diario Boston Herald.  “Yo no sabía nada de ella hasta el día siguiente, cuando leí los periódicos. La única persona que lo comentó, en las últimas dos semanas, fue (el pitcher) Jim Longberg. Durante una serie en Baltimore me dijo: ‘da algunos hits hoy, que yo voy a dejar en blanco a Frank Robinson’. Yo pensé que se refería  solamente al título de bateo, pues Frank me llevaba unos puntos de ventaja. Y así lo hizo. Frank se fue de 5-0. Yo creo que a Cabrera lo puede ayudar su lucha por la clasificación”. 
Después de la temporada, qué coincidencia, sí se habló de Triple Corona, de Más Valioso y de Venezuela, porque un voto para el caraqueño César Tovar le impidió al astro de los patirrojos ganar el MVP de la Americana de manera unánime. 
Desde entonces, nadie más había unificado las coronas de cuadrangulares, promedio y remolcadas en una misma tanda, hasta que Miguel, el ciclón  de las Antillas, arrasó con todo. Mas el reinado de Yaz como insigne toletero se prolongó por otros tres lustros. Se retiró en 1983 luego de 23 campañas, en las cuales acumuló 3.419 hits y 452 bambinazos. Fue el primer paleador de la Liga Americana en combinar tres millares de incogibles y más de 400 vuelavallas. Además ganó siete Guantes de Oro por su brillante defensa del jardín izquierdo. “Nadie conocía el Monstruo Verde como él”, recuerda Antonio Armas, slugger venezolano que tuvo la fortuna de ser compañero de Yastrzemski en el último año del inmortal como beisbolista activo. “Como yo jugué varias veces de leftfielder en el Fenway Park (la casa de los Medias Rojas) siempre estaba atento cuando él hablaba, porque era un experto en eso de calcular hacia dónde iba a picar la pelota después de pegar en el enorme muro. Era una persona callada, pero tuvimos cierta amistad. Lo consideraban un ídolo en Boston, al tratarse  de una estrella que jugó toda su carrera ahí.  De verdad que era un bateador impresionante y muy buen fildeador”.    
Su monopolio de casi medio siglo sobre la Triple Corona ha tocado fin, pero a  Yaz le parece natural. “Si no es Cabrera ahora, será otro”, razonó.  “Me sorprende que haya pasado tanto tiempo sin que nadie la lograra”.  

A Carl Michael Yastrzemski, que aprendió a jugar beisbol entre patatas, lo elevaron al Salón de la Fama de las mayores en 1989. Es una estrella eterna, como su carrera, como su apellido.