jueves, 20 de diciembre de 2012

Un final infeliz


Carlos Valmore Rodríguez

El traumático chasco venezolano en el primer Clásico Mundial de Beisbol dejó heridas profundas y  graves secuelas.  Peloteros alzados contra directivos. Jugadores atacados por jugadores. Gerentes derrocados por la tropa. Estrellas automarginadas de la selección. Cundió una sensación de desbandada. El representativo nacional que participaría en la segunda edición del torneo iba cual bólido a ninguna parte, o al menos así parecía. El público, defraudado, descreía.
Si fracasamos en 2006  con lo mejor que teníamos, ¿Qué podemos esperar en 2009 sin Johan Santana, sin Carlos Zambrano, sin Víctor Martínez, sin Rafael Betancourt, sin tantos otros que uno a uno se apeaban del equipo?  La pregunta se la formulaban muchas personas.  ¿Cómo vamos a ganar con Sojo de mánager otra vez? Interrogaban otros con angustia existencial. La borrachera triunfalista de 2006  pasó y solo quedó la resaca. De ahí que las expectativas de la afición descendieran hasta la Fosa de las Marianas. Algo de bueno tenía eso:  el grupo llegó  con mucha menos presión, aunque sin derrotismo. “Ya estoy cansado de que me repitan eso del 2006. Estamos aquí, en el presente, y vamos a tratar de ganar esto”, comentó con gesto grave Miguel Cabrera, mutado ya en uno de los mejores bateadores del juego.   Ese “Vamos a tratar” contrastaba con el “no ganar sería un fracaso”, emitido por Omar Vizquel  tres años antes.  El cambio de discurso, y hasta de actitud, se veía a leguas. Uno de los peloteros reconoció que hubo exceso de confianza en 2006 y que eso no se repetiría.
“Más preparación”, pidieron estrellas como Cabrera, Magglio Ordóñez y Carlos Guillén en marzo de 2008, un año antes del Clásico. El fogueo como panacea, como vacuna contra la recidiva del fracaso. “Deben ser como 15 días de entrenamiento antes de comenzar el campeonato”, acotó Ordóñez. MLB le concedió a Venezuela tres partidos de calistenia, de los cuales perdieron dos. A Sojo no le mortificaron las dos derrotas, antes bien se alegró porque notó que sus dirigidos hicieron mejores contactos que en la previa de 2006. “Hay un cambio radical”,  percibió. “Esa vez, hasta en la práctica se quejaban los peloteros. ‘Estoy atrás, me estoy ñameando, no veo la bola bien.  Aquí se ve que están plantados”.  El dirigente mantenía la confianza. “Nosotros no vinimos al Clásico Mundial de Beisbol a manguarear, sino a ganar. Estamos listos para la pelea”, declaró en rueda de prensa un día antes de la voz de playball en el Rogers Centre de Toronto.
Venezuela partía contra Italia, un adversario de menores recursos. Carlos Silva recibió la asignatura de desecar a los europeos. Sojo anunció que lo relevaría Félix Hernández, el pitcher número uno del equipo. Medio país alzó la ceja. ¿Desperdiciar a uno de los mejores tiradores del beisbol usándolo como relevo ante una alineación AAA?  El piloto explicó que los Marineros de Seattle lo ataron de manos y le obligaron a usar a su as ese día para que el diestro siguiera el plan de entrenamiento que dejó a medias al abandonar el campamento primaveral de los nautas.  “Lamentablemente no puedo controlar eso. Son peloteros que están bajo supervisión de Major League Baseball”, puntualizó.  
7-0 claudicó Italia ante una Venezuela que hizo casi tantas carreras esa noche  como las que confeccionó en los tres lances de segunda ronda jugados en San Juan durante 2006 (10). Ahora venía Estados Unidos, con Derek Jeter, Kevin Youkilis, David Wright. 15-6 ganaron los gringos. Adam Dunn le dio un jonrón a Iván Blanco con fuerza suficiente para agujerear el domo del Rogers Centre. El bullpen alternativo de Sojo se vio claramente rebasado. Lo rescatable del revés es que la Vinotinto siguió bateando: 13 hits le sonaron al mejor cuerpo de lanzadores que había en el CMB.
Y si le hicieron eso a Roy Oswalt y compañía, sospecharán lo que el destino le deparaba a Italia en una segunda puja por alcanzar la próxima estación. Tras un quinto inning de cuatro cuadrangulares, decisivo en el 10-1 final, el pabellón de ocho estrellas ondearía en Miami; no sin antes cobrarle la paliza a Estados Unidos con un 5-3 que se adjudicaron los subestimados relevistas venezolanos, que sin ser bigleaguers se dieron a respetar. Jean Granados, Iván Blanco, Carlos Vásquez y Orber Moreno se aunaron para 4.1 entradas y apenas dos carreras.
Venezuela clasificó a pesar de graves dislates en sus comunicaciones internas. Sojo creía poder usar indiscriminadamente a los lanzadores que no estuvieran en la órbita MLB. Las reglas lo contradecían. A Sojo le informaron que órdenes expresas de Seattle le obligaban a desperdiciar a Félix Hernández contra Italia. El gerente general de los Marineros lo negó categóricamente, lo que generó una minicrisis entre el mánager y los medios. “Ah bueno, entonces se supone que Enrique Brito no habla inglés”,  ironizó el petareño, en alusión al gerente deportivo de la selección, que aseguró haber hablado con el almirantazgo de Seattle. Hubo días en los cuales Sojo y el coach de pitcheo, Roberto Espinoza,  mandaban mensajes cruzados. Para colmo, el comité organizador no envió a los scouts de avanzada a vigilar a potenciales adversarios en la siguiente instancia. Estos se quedaron esperando instrucciones que no llegaron.  Lo que sí funcionó fue la logística; los familiares de los peloteros recibieron sus entradas y ningún jugador cenó en Burger King.   
Como aquel día de los abucheos a Robert Pérez en Disney, el regocijo del triunfo se eclipsó porque un miembro del batallón patrio cayó abatido por fuego “amigo”. Esta vez le tocó a Magglio Ordóñez, acribillado a silbatinas por los fanáticos venezolanos en Miami a causa de su filiación política. Triste espectáculo que los cronistas de otros países no entendían. 3-1 se impuso Venezuela a Holanda al inicio de la segunda fase con gran trabajo de siete innings de Carlos Silva, quien en vez de hablar de eso tuvo que salir en defensa de su compañero. “Lo que es con él es con todos nosotros”, manifestó. Algunos de los peloteros, que a diferencia de Magglio no simpatizaban con el Presidente Hugo Chávez, le hicieron un curioso desagravio al falconiano. Lo rodearon y gritaron: “Magglio sí, Chávez no”.
Puerto Rico era un aristócrata venido a menos en el beisbol, pero conservaba el título nobiliario y algunas posesiones nada despreciables. Carlos Beltrán, Carlos Delgado, Iván Rodríguez, Yadier Molina. Ellos  noquearon a Estados Unidos y aspiraban a hacer lo propio con Venezuela, que iba por el pasaje a semifinales con Félix Hernández sobre el montículo del Dolphin Stadium. El futuro Cy Young sacó cuatro ceros y el relevo intermedio sirvió de efectivo enlace entre el abridor y el cerrador Francisco Rodríguez para un blanqueo de 2-0 en el que un maltrecho Ramón Hernández la botó y Carlos Guillén trajo la otra. Un extraordinario partido, bregado, bien jugado, emocionante. Para juegos así crearon el Clásico Mundial. El estadio de los Marlins, de ordinario un mausoleo, tomó vida con aquel debate de buen beisbol.
Inextinguible el recuerdo del  segregado Carlos Vásquez, que en papel de David apuntó con su honda a la frente del Goliat Carlos Delgado y lo derribó con una curva que el paleador falló a lo grande. “Salí agresivo porque ese era el out que podía salvar al equipo”, dijo el taciturno siniestro al ser interrogado sobre cómo un clase A como él, dejado libre al término de 2008, le pudo a un monstruo de las Grandes Ligas.
Con ese triunfo, Venezuela derrotó al fracaso y lavó el honor mancillado en 2006. El país sería uno de los cuatro grandes del planeta y hacía podio en un torneo mundial de pelota por primera vez en casi cuatro décadas. Sojo y sus beisbolistas expiaron el pecado original y abonaron, además, otra victoria (10-6) sobre Estados Unidos para quedar como cabeza de grupo en la fase dos. En alas de su estupendo pitcheo en Miami (7 carreras encajadas en tres compromisos), la selección voló a Los Ángeles a protagonizar una película taquillera. A Toronto había llegado como actor de reparto.
Corea del Sur también asistió a la audición semifinal con el propósito de arrebatarle el papel estelar a los latinoamericanos. Sojo desconocía a sus jugadores, casi todos figuras en el beisbol, pero  de Asia. “Sé que hay tres Kim, dos Park y dos Lee”, fue el reporte de scout que brindó Sojo cuando se le preguntó por el adversario en semifinales. El piloto no quería saber mucho más, pero sí dijo que Corea era peligrosa, la más peligrosa de la otra llave porque los coreanos, como todos los asiáticos, manejaban los fundamentos.
Dicho esto, la cuenta daba: un grandeliga surcoreano contra 19 de Venezuela.
Uno de esos 19 abriría contra los orientales. Tenía que ser el mejor. Y el mejor, para Sojo, se apellidaba Silva en vez de Hernández. “Es el mejor pitcher que tengo. Es el que mejor ha lanzado en el torneo. No tengo ninguna duda de que Carlos va a tener éxito”, subrayó en la antecámara de la final.  
Venezuela salió a la grama del Dodger Stadium  como la escuadra con más imparables (76), dobles (20), triples (4) extrabases (36) y bases alcanzadas (140) en el torneo; el elenco con la tercera con mayor cantidad de anotadas (43, 6,14 por encuentro) e impulsadas (40), la segunda en bambinazos (doce) y slugging (.569), la tercera en OPS (936) y también en promedio colectivo (.309). Y además, su cuerpo de monticulistas ostentaba la cuarta mejor efectividad entre los contingentes que alcanzaron la segunda ronda, con 3.57, y la segunda ración más generosa de ponches propinados (50). Con cinco lauros al hilo, y una sola derrota, la Vinotinto  parecía el equipo a vencer.
Pero cayó vencido, y horriblemente.
Nada  bueno se puede esperar cuando Silva, un mayorista de strikes, comienza un partido con boleto. Tampoco cuando a un Guante de Oro como Bob Abreu se le cae un fly. Al concatenarse rarezas así  recomiendan  buscar las zonas altas. El jonrón de tres carreras en el primer inning de Shin Soo Choo,  justo el único bigleaguer coreano, revolcó a Venezuela como una ola colosal. Los criollos perdían 5-0 sin haber ido ni una vez al home. A Silva le dieron más palo en el acto dos y los venezolanos ya no pudieron levantarse camino a un doloroso 10-2. Hasta ahí llegó la historia. Y Félix volvió a lanzar…. en el spring training de los Marineros. Desde entonces, espera su hora.     

     

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