domingo, 21 de abril de 2013

Andrus: un adelantado a su edad


Carlos Valmore Rodríguez
Elvis Andrus quiere ser para el prospecto curazoleño Jurickson Profar lo que Omar Vizquel fue para él: un orientador, un preceptor, un consejero que lo tomó de la mano en el nacimiento de su carrera. Lo hizo la temporada pasada y continuó con esa misión durante el spring training de 2013. Que Vizquel, con más de cuarenta años de edad y once Guantes de Oro en el saco fuese un ductor resultaba natural. Andrus solo tiene 24 abriles, cinco más que su alumno, que hoy aprende en las menores. “No necesitas tener 50 años para enseñar algo”, comentó el torpedero venezolano.  
Andrus desplegó toda su pedagogía en la primavera. El shortstop de los Rangers de Texas aprovechaba las prácticas para aleccionar a Profar, de apenas 19 almanaques. “Hay que reducir el margen de error”, le decía mientras tomaban rollings.  “Usa la pierna derecha para impulsarte, mantente bajito”. Todo el tiempo le enseñaba algo.  “Para que le quede en el disco duro”, decía el criollo satisfecho.  A los compañeros de Andrus, la mayoría mayores que él, no les sorprende que el aragüeño sea la voz de la experiencia para Profar, pese a su propia juventud. “No importa la edad, sino la experiencia que tiene”, comentó el antesalista Adrián Beltré, una de las estrellas de los Rangers.  “Lleva ya cuatro años en las Grandes Ligas y ha vivido cosas que otros, que tienen 30 años, no han vivido. Ha estado en dos series mundiales, en situaciones de presión. Y la experiencia es  vital para hacer el trabajo. Teniendo un joven como Profar, que tiene 20 años (19), Elvis puede ser un mentor de él, enseñarle sus conocimientos para que Profar los use y sea mejor jugador”.
“Él tuvo el privilegio de llegar a las Grandes Ligas a temprana edad y desempeñarse bien”, observó el patrullero dominicano Nelson Cruz.  “Tiene dos Series Mundiales, ha estado al lado de jugadores como Beltré, Vizquel, Michael Young. Eso te enseña, aprendes situaciones del juego. Es especial que alguien con su juventud pueda enseñarle a otro joven, como Profar. Elvis es joven, pero en cuanto a juego es uno de los peloteros que tienen más respeto al beisbol y hace lo que tiene que hacer dentro del terreno”.
Durante su paso por el spring training, el venezolano Yangervis Solarte percibió de inmediato que Andrus está adelantado a su edad. “No parece que tuviera la misma que uno”, reconoció. “Siempre está hablando contigo, dándote consejos. Eso es lo de él: hablar todo el tiempo con los compañeros, darle recomendaciones a los más jóvenes”. 
A Andrus eso le resulta natural. “Es parte de mi personalidad”, justifica.  “Profar y Leury García siempre me han preguntado cómo hacer ciertas jugadas, cómo hacerlas más fáciles. A mí me encanta ayudar a los jóvenes como me ayudó a mí Omar en mi primer año. Me gusta ser ese mentor para ellos, enseñar lo poquito que he aprendido, lo que he vivido en mi carrera. Darles ese consejo para que ellos no pasen por tantas dificultades. Profar es tremendo pelotero. Tiene mucho talento, escucha bastante y tiene un gran futuro por delante. Lo que necesita es seguir jugando y demostrarse a sí mismo, no al resto de las personas, que está listo”.   
Profar lo escuchaba atentamente. “Me ha enseñado mucho, aunque es joven también”, agradeció. “Me ha dado muchos consejos sobre cómo fildear la bola, de los rollings, de los ángulos, de todo lo que él sabe. Sus consejos son buenísimos para que uno sea mejor. Eso es algo bueno que tiene él.  No es un veterano, pero para mí sí lo es”.
Que Andrus se conduzca de esa manera no es azar, sino un condicionamiento de crianza. En su infancia no frecuentaba a sus coetáneos, sino a sus hermanos mayores y los amigos de ellos. Por eso creció más rápido. “Eso viene desde pequeño”, contó. “Estar siempre con personas de mucha más edad que yo me ayudó a madurar un poquito más rápido.”  Beltré, su vecino en el lado izquierdo del infield de los Rangers, lo ha visto crecer. “Año tras año va madurando más”, enfatizó el toletero derecho. “Cada vez tiene mejor idea de lo que está haciendo”.  Nelson Cruz lo refrendó: “es mucho más adulto”. 
Y un adulto seguro de sí mismo. Enseñándole sus trucos a Profar, Andrus probó su superioridad. Lo adoptó a pesar de que tantas veces se dijo que los Rangers estaban preparando a Profar para reemplazarlo, hasta que vino el contrato multianual de Andrus que puso la mesa en su santo lugar. “Alguien como Andrus no ve a Profar como un competidor, si acaso como un reemplazo. Ahí, él mostró su seguridad en sí mismo”, intervino Solarte. “Él sabe perfectamente quién es, lo que vale. Si hubiera visto a Profar como un competidor por el puesto, pues cada quien hace lo suyo. Pero Andrus sabe que es una estrella, que lo más que puede pasar es que lo cambien y sea titular en el equipo a donde vaya”.  Al mánager Ron Washington hasta le hizo gracia que un periodista le preguntara si Andrus se sentía presionado por Profar.  “Profar presiona a Elvis. Jajajajajjajajajaja”,  casi se burló el piloto. “Elvis es un All Star y no creo que lo presione. Ni siquiera creo que Elvis piense en eso. Tú pensaste eso”.
“El egoísmo es difícil de ver en jugadores de categoría”, reflexionó al respecto Nelson Cruz.  “Cuando conoces tu talento, el egoísmo no existe, porque sabes lo que puedes hacer, aquí y en cualquier lado. Él lo hace como a él le enseñaron.  Es una regla en Grandes Ligas”. Andrus lo resumió en un: “aquí estamos para ayudarnos”.
“Siempre me ha gustado ayudar a mis compañeros”, comentó.  “Soy de esas personas que motivan, que le dan chispa al equipo. Son características que tengo, que no he buscado, sino que salen naturalmente. Espero seguir evolucionando y creo que ser líder es muy importante”.
“Elvis se entrega al equipo”, apuntó Adrián Beltré.  “Y hace lo que haga falta para ganar”.   
Ser campeón en Venezuela con el Magallanes en la temporada 2012-2013 consolidó esa madurez y esa seguridad de la que hemos venido hablando. “Se me había metido en la cabeza jugar finales y no ganarlas, así que lograr esa victoria en Venezuela me ayudó muchísimo”, manifestó. “Te ayuda a tomar decisiones. Estoy feliz por ese campeonato con Magallanes, que era una de mis metas para hacer feliz a la fanaticada”. 
A sus 24 años, Andrus ha vivido mucho, y le queda más todavía por vivir. “El año pasado tuvo una buena campaña”, recordó Beltré. “Lo hizo muy bien en el entrenamiento y tiene buena base. Es un jugador consistente. Sabemos que será un jugador muy bueno”.
“Sigo mejorando”, dijo Andrus. “Sé que me faltan muchas cosas por aprender y en verdad me siento en un buen punto de mi carrera”.





Nota secundaria
Misión agresividad
A pesar de ser uno de los peloteros más joviales de los Rangers, la palabra agresividad está muy marcada en su glosario beisbolero. Sobre todo en el bateo, donde espera superar sus dígitos de 2012. “Tiene más fuerza que en año anteriores. Tiene más poder en sus conexiones”, observó el jardinero Nelson Cruz, que le pega fuerte como pocos a la pobre pelota.
Sobre todo este año, cuando llegó un nuevo coach de bateo a los Rangers: Dave Magadan. A Andrus le gustó su prédica: ir a buscar la bola y pegarle sin miramientos, siempre y cuando venga en strike. “Me gusta mucho su teoría, que es ser agresivo en el home y al mismo tiempo agarrar pitcheos”,  expresó Andrus. “Ir al plato con la mentalidad de darle a la bola bien, de hacer buen swing. Él tiene la mentalidad de hacer swing desde el primer pitcheo hasta que sea bola. Eso es lo que él me enseña. No ir  buscar una base por bolas, sino salir agresivo. Si al final del turno sale un boleto, pues se toma. Él sabe que hay turnos en los que hay que ser más agresivo que en otros y eso es lo que él quiere que uno aprenda”.
Pero cuidado. Andrus ha venido aumentando su cifra de boletos y eso le ha permitido elevar no solo su porcentaje de embasado, sino también su promedio. No le ha ido mal siendo paciente. “Ser agresivo no te quita el derecho a agarrar una base por bolas”, aclaró el torpedero. “Eso es parte del juego y nunca lo voy a cambiar. Pero con gente en base, cuando sabes que viene una recta por el medio, debes ser agresivo, no tratar de empujar la bola hacia el otro lado, no tratar de buscar un hit, enfocarse en buscar conectar por los pasillos.  La meta para este año es batear .300, dar más dobles, más extrabases. robar más bases.  Creo que he llegado a mis condiciones máximas”.  Por ahora, el arranque es lento: .224 de average en 58 turnos. “Mi swing ha evolucionado muchísimo y en eso sigo trabajando”, detalló. “He aprendido a soltar las manos. Antes cortaba mucho el swing y ahora lo que estoy tratando es de lograr un swing más libre, sin tantas interrupciones ni paradas, que sea un swing más natural. En los últimos dos años he aprendido bastante”.
 No ha cometido errores al campo, y esa es otra meta de Andrus, que cometió 79 pecados en sus primeros cuatro años en las mayores.   “Seguir bajando los errores es uno de mis propósitos”,  dijo. “La mayor parte de los errores en tiro tienen que ver con la posición en los pies. Cuando uno tiene sus pies en buena posición el tiro casi siempre sale bien. Cuando lanzas hacia arriba, desviado, es porque los pies no están colocados de la manera correcta. Tienes que saber colocar tus pies en todo tipo de rollings”.
Y la agresividad vuelve a aparecer en su discurso, ahora en el plano defensivo. Es ella la que lo lleva a buscar rodados hasta en el último confín e intentar hacer el out. Y claro, en esas, yerra. “Nunca voy a dejar de ser agresivo y tratar de agarrar la mayor cantidad de rollings”, prometió.  “Mis errores han sido más que todo en jugadas de rutina, en los lances a primera. Esa es la parte de mi juego que trato de consolidar: los tiros a primera, concentrarme más en los rollings de rutina, que, aunque la gente no lo crea, son los más difíciles. No entiendo porqué, pero así es. A unos se les hace más difícil que a otros hacer las de rutina. Las jugadas al hueco, de cabeza, son de reacción”.

Recuadro
A robar se ha dicho
En 2012, por primera vez en su corta carrera, Elvis Andrus robó menos de treinta bases. Él lo atribuye a que lo vigilaron más. “Hay que ser inteligente”, mencionó. “El año pasado todo el mundo sabía lo agresivo que era no solamente yo, sino todo el equipo, y por eso estaban más pendientes de uno. Lanzaban más a las bases, estaban más pendientes, el tiempo (de los pitchers) para home era más corto”.
No obstante, busca retornar al mundo del delito. Y cree que Lance Berkman será su cómplice. “Este año será clave tener detrás en la alineación a Lance Berkman”, explicó.  “Es muy selectivo, a diferencia de Josh Hamilton, que era muy agresivo y casi siempre hacía swing al primer pitcheo y casi nunca me daba chance de robarme una base. Lance es muy, muy selectivo y coge muchísimas bases por bolas y me va a dar más chance de robar. Eso es muy importante para mí”.  







viernes, 19 de abril de 2013

El caballo de los caballos


Carlos Valmore Rodríguez 
Asdrúbal Cabrera es un “caballo” que tiene caballos. Es  “caballo”  en el argot del beisbol por ser pelotero de raza,  purasangre” de este deporte,  líder de terreno, líder de vestuario. Y tiene caballos porque le gustan, porque son su escape, son su oasis. A lomo de un equino, el campocorto se desintoxica de un trabajo extenuante y tensionante.  Por eso es el caballo de los caballos.
En “caballo” se ha venido convirtiendo durante los últimos años, por desempeño, por actitud. Una cosa lleva a la otra, una cosa explica a la otra. El éxito seduce y Cabrera ha sido un triunfador. Es shortstop titular en Grandes Ligas, pero no uno cualquiera, sino uno que lleva dos Juegos de Estrellas y un Bate de Plata. Es fácil seguir a alguien así. “Batea hacia todos los lados. Fue al Juego de Estrellas  No sé qué más necesita”, resume su compañero en los Indios de Cleveland, Nick Swisher. “Es buen jugador, realmente bueno. Es estupendo tener a un jugador como él.  No creo que necesite mejorar muchas cosas.  Es un líder. ¿Por qué lo es? Por todo lo que ha hecho durante su carrera y porque ha estado aquí siempre. Es alguien que merece reconocimiento por lo que ha hecho año tras año, y tienes que respetar a alguien que hace eso.  Estamos felices de tenerlo”.
Pero Cabrera no es un líder solo por lo que batea o fildea. La calidad  y el talento  son condiciones necesarias, más no suficientes para ejercer liderazgo.  Hay estrellas sin arrastre. Cabrera rinde a la vez que empuja con su personalidad. No es un líder vocal,  él mueve con el ejemplo. Como cuando jugó con el Caracas a pesar de estar lesionado. Como cuando se acerca a sus compañeros a animarlos “Es una pieza muy clave. Cuando voy a pitchear me comunico con él. Siempre estamos hablando sobre lo que va a pasar”, contó Carlos Carrasco, lanzador de la tribu.  “Lo que él demuestra es ese entusiasmo de ayudar, esa alegría de jugar y de hacer las cosas que él sabe hacer”.  Mientras compartió con él durante el spring training, Ezequiel Carrera se llevó la misma impresión. “Me ha ayudado bastante, a pesar de jugar en una posición distinta a la mía”, destacó el jardinero sucrense. 
Y es líder por su comportamiento. “Lo veo enfocado en su trabajo”, contaron casi a coro Carrera y el infielder larense Luis Hernández.  “Trabajó duro durante el invierno y llegó en mejor forma que el año pasado. Por eso vino con más confianza”, agregó el receptor dominicano Carlos Santana.  
Es un rol que Cabrera asume con gusto. “Es un orgullo que otros te sigan. Eso lo da el tiempo”, explicó el torpedero nacido en Puerto La Cruz.  “Yo salgo todos los días a dar lo mejor de mí, respetar el juego y ejecutar como se tiene que hacer, para que quienes me sigan hagan lo mismo en el futuro. Me siento contento por la oportunidad que me han dado los managers de ser líder. Quiero aprovechar esa oportunidad para convertirme en ese líder”.
Manny Acta se dio cuenta de las dotes de liderazgo de Cabrera cuando manejó a los Indios de Cleveland entre 2010 y 2012. Y le pidió que asumiera ese papel. Fue bastante enfático en eso. A su llegada, en 2013, Terry Francona mantuvo la línea.  “El primer día que llegó aquí, Francona me dijo que él sabía el tipo de pelotero que era yo”, relató el portocruzano de 27 años de edad. “Que contaba conmigo y con el liderazgo que he venido teniendo todos estos años. Que tengo su apoyo para seguir con ese liderazgo y ayudar a todos los muchachos que están aquí.  Siempre he creído en el equipo, aunque este es un grupo con peloteros jóvenes y es difícil competir así, pero ahora hemos agarrado más peloteros con experiencia y pienso que eso era lo que le faltaba a este equipo para así dar más pelea y mejorar con respecto al año pasado”. 
Como buen caudillo, Cabrera es un hombre de a caballo. Desde niño le gustaron esos nobles animales. Y ahora, cuando tiene el dinero para comprarlos, se refugia en ellos para olvidar el estrés de la temporada. “He agarrado un hobby con los caballos y le dedico un poquito de tiempo a eso”, compartió con Meridiano.  “Siempre me han gustado y ahora tengo la oportunidad. Los tengo en Miami, en fincas de amigos, y en mi tiempo libre, antes de empezar a jugar en Venezuela, estoy con los caballitos. Los monto y con eso me despejo de la pelota. Tengo varios y los nombres me los reservo. No es que es un vicio, solo que me llaman la atención”. 
El jinete Cabrera tiene su heredero. “El hijo mío es un loco, le gustan los caballos más que a mí”, dijo sobre su pequeño, que está por cumplir seis años de edad.  “Lo hago también por él, para que se divierta. Así nos divertimos, nos relajamos y nos olvidamos del beisbol. Lo monto con su casquito de coleo que le tengo para que esté protegido. No lo monto en todos los caballos, sino en los mansitos para que se monte tranquilo”. 
De vuelta al trabajo, Cabrera está determinado a seguir mejorando, a seguir siendo esa figura a la que otros siguen. De él se ha dicho que su guante puede volverse dorado y él mismo lo tiene entre sus objetivos. “Esa es una de las metas que los shortstops nos ponemos”, manifestó.  “Si más adelante Dios me tiene eso guardado, estaré muy agradecido. No estará de más. ¿Por qué no? pero no es lo primordial. Sería para mí una satisfacción y un orgullo, algo bastante bonito”.
Pero para eso debe bajar la cantidad de errores. El año pasado cometió 19, muchos para un Guante de Oro. Luis Hernández, un fino infielder, cree que la confianza en sí mismo, que lo lleva a ser un torpedero de excepción, lo lleva también a errar. A su juicio, los pecados disminuirán en la medida en la que afine los tiros a la inicial. “Es uno de los mejores campocortos y justo por esa confianza extra que él se tiene vienen los errores”, señaló el larense.  “Pero ahora tiene más confianza en sus disparos a primera”, señaló el larense.  
“No pienso en los errores, porque el que no comete errores es porque no juega”, comentó Cabrera.  “Yo juego todos los días y los errores van a estar. Uno trata de equivocarse lo menos posible porque así ayudo más a mi equipo. Y eso es lo primordial. El caraquista confía en que Swisher le echará una  buena mano con el mascotín, a pesar de no ser muy bendito a la defensiva.  “Con todos los primera base me he sentido bastante cómodo y confiado”, dijo. “No me gusta pensar en el lado negativo. Pienso en lo positivo, en que tengo un primera base bueno”.





Cabrera según Baerga 
Asdrúbal Cabrera tiene más de una similitud con el ex grandeliga boricua Carlos Baerga. Como el venezolano, Baerga era un infielder con potencia ofensiva, ambidiestro y con capacidad de dar jonrones. En el spring training, Baerga estuvo con el equipo grande de los Indios y pudo ver al venezolano de cerca.  “Salió de ser un utility a convertirse en una estrella del campocorto”, dijo el puertorriqueño sobre el portocruzano. “Todo el mundo lo conocía inicialmente por su defensa, pero luego se hizo un bateador completo, uno de los mejores jugadores de las Grandes Ligas. No debe poner cosas negativas en su mente. Tiene un swing perfecto, no se poncha mucho, hace bastante contacto y para batear .300 y empujar carreras debes hacer contacto. Debe aprender a usar todo el campo. El puede dar 30 jonrones, más en un parque como el nuestro y con el antecedente de haber estado cerca de esa cantidad”.
A gusto en Cleveland
Hace algunos meses, sonó con fuerza la posibilidad de que Asdrúbal Cabrera cambiara de camisa. Se habló mucho de que Arizona lo quería. Al principio eso lo alteró un poco y ahora asegura que no piensa en eso.  “Ya eso no está en mi cabeza. Mi meta es quedarme aquí”, afirmó. “El gerente habló conmigo y me puso los puntos claros y  me comentó que me sacara eso de la cabeza porque al principio, en noviembre, diciembre, cuando estaba en Venezuela y comenzaron los rumores, sí me afectó un poco. Estaba pendiente de si me cambiaban o no. Recibí una llamada del propio gerente en la que decía que quería hablar conmigo y que me olvidara de los rumores. Eso es lo que hecho”.

jueves, 18 de abril de 2013

El 14 de abril nos metió en un brete

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Carlos Valmore Rodríguez
El resultado oficial  de las elecciones presidenciales del 14 abril de 2013 fue el peor posible para la paz y la estabilidad de Venezuela. La democracia solo funciona bien con mayorías claramente reconocibles y una dosis razonable de aquiescencia por parte de la minoría. En política, los empates paralizan porque, como en la práctica no hay reparto de puntos,  a las dos mitades se les va el tiempo y las energías tratando de imponerse sobre la otra, sobre todo en un país enconado como es este donde vivimos. Es un principio hasta de la física: dos fuerzas iguales, y opuestas, se anulan, se cancelan mutuamente. Por eso, el escenario más propicio para el equilibrio social de la Nación era un triunfo categórico de una de las opciones, fuera la de Nicolás Maduro o la de Henrique Capriles Radonski. Así cada cual podía desarrollar su proyecto, o cuando menos intentarlo. Luego los ciudadanos juzgarían. Desafortunadamente quedaron tablas en las tarjetas del soberano, el gran jurado en un régimen democrático.
Y henos aquí, en crisis, de vuelta a la aguda conflictividad de 2002-2003 que pensábamos superada. Han retornado los cacerolazos, las fogatas, los piquetes, las cadenas, de a tres por día, y lo más angustiante: las muertes atribuidas a razones políticas. Y la situación empeorará si los líderes se equivocan.
Nicolás Maduro heredó de Hugo Chávez dos millones de  votos de ventaja sobre la oposición. Los dilapidó en seis meses. Fue un semestre plagado de errores, como presidente y como candidato.  Como candidato nunca tuvo identidad propia y resultó soso, aburrido, desangelado. Se notó a leguas su falta de carisma (demostró que la famosa conexión emocional de Chávez no era una paparruchada de los encuestólogos) e inexplicablemente se mandó varias “rosaladas” durante la campaña. Y digo inexplicablemente porque tuve la oportunidad de conocer a Maduro entre 2003 y 2004, cuando cubría política para El Nacional, y siempre me pareció un tipo bien orientado, sensato, capaz de convencer y ser convencido, un político con oficio. A ese Maduro casi no lo vi en la contienda electoral. Y por esa razón, los dos grandes motivos para votar por él poco o nada tuvieron que ver con sus propias gracias. Se redujeron a: 1) cumplirle al presidente Chávez, acatar la instrucción  “plena, como la luna llena” expresada en su última y sentida cadena. 2) Impedir el regreso de los amos del valle al poder y la recuperación de sus privilegios y canonjías. Maduro solo fue, como lo repitió hasta la saciedad, “el hijo de Chávez”, el único instrumento a la mano ante la ausencia definitiva del comandante.    
Pero creo que las mayores fugas de capital electoral no las causó el Maduro candidato, sino el Maduro presidente, cuando se suponía que el cargo le conferiría ventaja. Devaluación, inflación, apagones y desabastecimiento signaron la pasión y muerte de Chávez, periodo en el cual el vicepresidente Maduro tomó las riendas y se transformó en la cara visible del Gobierno. El chavismo le perdonaba los deslices  a Chávez porque era Chávez, el líder en el empíreo que siempre supo desmarcarse de las ineficiencias de su propia administración y a quien sus seguidores  libraban de toda culpa. Pero a Maduro sí le cobraron, y compulsivamente. Si solo hubiese sido aburrido y cursi, los chavistas, a lo sumo, se habrían abstenido y Maduro triunfado con la comodidad que avizoraban los sondeos de opinión. Pero al ver que la comida era más cara y escasa, al quedarse sin luz a cada rato, esa gente se arrechó sin contárselo a las encuestas. Y la arrechera con los gobiernos se drena votando por la oposición. Es el voto castigo. En el puntofijismo lo llamaban “ley del péndulo”, que esta vez se movió hacia un Capriles fogueado en más de un año de campaña. De todo esto se desprende ese 51-49 del cómputo final emitido por el Consejo Nacional Electoral. En términos de la batalla electoral, eso es un empate entre fuerzas prácticamente simétricas. Menos de 300 mil votos de diferencia son demasiado pocos para un universo de 14,9 millones de electores.
La consecuencia de ese “empate técnico” es un presidente débil, atenazado entre una oposición que ha tomado la ofensiva con el robustecido liderazgo de Capriles y por el otro lado los sectores más radicales del chavismo, sin cuyo apoyo Maduro no sería presidente, y el partido militar. En lo personal, siempre creí que con Maduro tendríamos un país más normal, menos sobresaltado que con Chávez. Ahora, con Nicolás y el chavismo atrincherados, eso no será posible.  La oposición ya vio sangre y buscará rematar, mientras que Maduro, en este momento, pudiera ser un rehén dentro del chavismo porque su liderazgo quedó comprometido, erosionado, por la pírrica victoria del 14 de abril. 
Pero los opositores también tienen que pensar muy bien lo que van a hacer con su triunfo político, aunque no electoral, del pasado domingo. La ruta de cantar fraude es una calle ciega. Si se insiste en transitarla,  no les queda de otra que  insurreccionarse, buscar una salida de hecho de tantas que le han salido mal a la oposición y de las que ya venía de regreso. Porque ¿Cómo volverán a llevar a las urnas a su gente, que ahora es la mitad de los electores, cantando fraude?  ¿Qué le  van a decir a sus partidarios? ¿Qué vayan a las mesas a que los roben? ¿Con qué cara lo harán? Y más importante, ¿Cuántos estarán dispuestos? ¿Van, ellos también, a despilfarrar ese caudal de votos obtenidos el 14 de abril? La retórica del  fraude cancela la ruta electoral y los cantos de sirena del 350 volverán a arrastrar a millares hacia las rocas del fracaso. Pregúntense: ¿Hay con qué en ese campo? ¿Hay militares? ¿Tienen a PDVSA?  Dirán que tienen pueblo, pero el chavismo también, y del mismo tamaño. Esta no es la lucha de Gandhi, con toda India atrás, contra los británicos.  El chavismo suma a los militares, a las instituciones y al dinero del petróleo, la mitad de la población. Estoy seguro de que Capriles y los jefes de la MUD saben que por ahí no es, menos ahora, cuando estuvieron a un suspiro de ganarle a un candidato que tenía de su lado la maquinaria del Estado, sus recursos, y la memoria de Chávez. La victoria electoral de la oposición está a la vuelta de la esquina y sería pésima idea abandonar ese frente de lucha.   
Pero la razón principal por la cual pienso que el camino debe seguir siendo electoral es que no creo que haya habido fraude. Vicente Díaz, rector que representa a la oposición en el CNE, ha dicho que no tiene razones para dudar del resultado emitido por el organismo. Los observadores internacionales invitados por el Comando Simón Bolívar se cuidaron de  mencionar el fraude.  Hasta el propio Capriles le ha sacado el cuerpo a esa palabra. Lo que ha mostrado, hasta ahora, son indicios de irregularidades que eventualmente pudieran afectar el resultado, tan estrecho como es. No he visto hasta ahora actas alteradas, actas volteadas. Lo que Capriles está probando es que pudiera haber ganado, no que ganó. Y hay una enorme diferencia entre una cosa y la otra. Si lo que tienes es una sospecha, mal haces al llamar ilegítimo y espurio a Maduro. 
El reconteo que pide Capriles me parece una buena solución a la crisis. No creo que de ella salga algo distinto al anuncio inicial del CNE. Si después de la auditoría completa el resultado se mantiene, como creo que ocurrirá,  la oposición tendrá que decidir si se restea con lo del fraude o mantiene la batalla electoral, que es lo que conviene. Vienen los comicios municipales y la MUD ganó en la mayoría de las capitales. Ellos verán si se encaprichan con el fraude y entregan esos espacios o se deciden a darle al chavismo, o a los chavismos, el primero de una seguidilla de jabs electorales que muy posiblemente lo hagan pisar la lona y perder el poder. Hay que proceder muy cuidadosamente porque, de lo contrario, el poético escarceo de cacerolas contra cohetazos puede escalar y volverse combate cuerpo a cuerpo. En 2002-2003 evitamos una guerra civil gracias a nuestro temperamento, a nuestro carácter-país. Pero no podemos abusar de él.   


El 14 de abril nos metió en un brete


Carlos Valmore Rodríguez
El resultado oficial  de las elecciones presidenciales del 14 abril de 2013 fue el peor posible para la paz y la estabilidad de Venezuela. La democracia solo funciona bien con mayorías claramente reconocibles y una dosis razonable de aquiescencia por parte de la minoría. En política, los empates paralizan porque, como en la práctica no hay reparto de puntos,  a las dos mitades se les va el tiempo y las energías tratando de imponerse sobre la otra, sobre todo en un país enconado como es este donde vivimos. Es un principio hasta de la física: dos fuerzas iguales, y opuestas, se anulan, se cancelan mutuamente. Por eso, el escenario más propicio para el equilibrio social de la Nación era un triunfo categórico de una de las opciones, fuera la de Nicolás Maduro o la de Enrique Capriles Radonski. Así cada cual podía desarrollar su proyecto, o cuando menos intentarlo. Luego los ciudadanos juzgarían. Desafortunadamente quedaron tablas en las tarjetas del soberano, el gran jurado en un régimen democrático.
Y henos aquí, en crisis, de vuelta a la aguda conflictividad de 2002-2003 que pensábamos superada. Han retornado los cacerolazos, las fogatas, los piquetes, las cadenas, de a tres por día, y lo más angustiante: las muertes atribuidas a razones políticas. Y la situación empeorará si los líderes se equivocan.
Nicolás Maduro heredó de Hugo Chávez dos millones de  votos de ventaja sobre la oposición. Los dilapidó en seis meses. Fue un semestre plagado de errores, como presidente y como candidato.  Como candidato nunca tuvo identidad propia y resultó soso, aburrido, desangelado. Se notó a leguas su falta de carisma (demostró que la famosa conexión emocional de Chávez no era una paparruchada de los encuestólogos) e inexplicablemente se mandó varias “rosaladas” durante la campaña. Y digo inexplicablemente porque tuve la oportunidad de conocer a Maduro entre 2003 y 2004, cuando cubría política para El Nacional, y siempre me pareció un tipo bien orientado, sensato, capaz de convencer y ser convencido, un político con oficio. A ese Maduro casi no lo vi en la contienda electoral. Y por esa razón, los dos grandes motivos para votar por él poco o nada tuvieron que ver con sus propias gracias. Se redujeron a: 1) cumplirle al presidente Chávez, acatar la instrucción  “plena, como la luna llena” expresada en su última y sentida cadena. 2) Impedir el regreso de los amos del valle al poder y la recuperación de sus privilegios y canonjías. Maduro solo fue, como lo repitió hasta la saciedad, “el hijo de Chávez”, el único instrumento a la mano ante la ausencia definitiva del comandante.    
Pero creo que las mayores fugas de capital electoral no las causó el Maduro candidato, sino el Maduro presidente, cuando se suponía que el cargo le conferiría ventaja. Devaluación, inflación, apagones y desabastecimiento signaron la pasión y muerte de Chávez, periodo en el cual el vicepresidente Maduro tomó las riendas y se transformó en la cara visible del Gobierno. El chavismo le perdonaba los deslices  a Chávez porque era Chávez, el líder en el empíreo que siempre supo desmarcarse de las ineficiencias de su propia administración y a quien sus seguidores  libraban de toda culpa. Pero a Maduro sí le cobraron, y compulsivamente. Si solo hubiese sido aburrido y cursi, los chavistas, a lo sumo, se habrían abstenido y Maduro triunfado con la comodidad que avizoraban los sondeos de opinión. Pero al ver que la comida era más cara y escasa, al quedarse sin luz a cada rato, esa gente se arrechó sin contárselo a las encuestas. Y la arrechera con los gobiernos se drena votando por la oposición. Es el voto castigo. En el puntofijismo lo llamaban “ley del péndulo”, que esta vez se movió hacia un Capriles fogueado en más de un año de campaña. De todo esto se desprende ese 51-49 del cómputo final emitido por el Consejo Nacional Electoral. En términos de la batalla electoral, eso es un empate entre fuerzas prácticamente simétricas. Menos de 300 mil votos de diferencia son demasiado pocos para un universo de 14,9 millones de electores.
La consecuencia de ese “empate técnico” es un presidente débil, atenazado entre una oposición que ha tomado la ofensiva con el robustecido liderazgo de Capriles y por el otro lado los sectores más radicales del chavismo, sin cuyo apoyo Maduro no sería presidente, y el partido militar. En lo personal, siempre creí que con Maduro tendríamos un país más normal, menos sobresaltado que con Chávez. Ahora, con Nicolás y el chavismo atrincherados, eso no será posible.  La oposición ya vio sangre y buscará rematar, mientras que Maduro, en este momento, pudiera ser un rehén dentro del chavismo porque su liderazgo quedó comprometido, erosionado, por la pírrica victoria del 14 de abril. 
Pero los opositores también tienen que pensar muy bien lo que van a hacer con su triunfo político, aunque no electoral, del pasado domingo. La ruta de cantar fraude es una calle ciega. Si se insiste en transitarla,  no les queda de otra que  insurreccionarse, buscar una salida de hecho de tantas que le han salido mal a la oposición y de las que ya venía de regreso. Porque ¿Cómo volverán a llevar a las urnas a su gente, que ahora es la mitad de los electores, cantando fraude?  ¿Qué le  van a decir a sus partidarios? ¿Qué vayan a las mesas a que los roben? ¿Con qué cara lo harán? Y más importante, ¿Cuántos estarán dispuestos? ¿Van, ellos también, a despilfarrar ese caudal de votos obtenidos el 14 de abril? La retórica del  fraude cancela la ruta electoral y los cantos de sirena del 350 volverán a arrastrar a millares hacia las rocas del fracaso. Pregúntense: ¿Hay con qué en ese campo? ¿Hay militares? ¿Tienen a PDVSA?  Dirán que tienen pueblo, pero el chavismo también, y del mismo tamaño. Esta no es la lucha de Gandhi, con toda India atrás, contra los británicos.  El chavismo suma a los militares, a las instituciones y al dinero del petróleo, la mitad de la población. Estoy seguro de que Capriles y los jefes de la MUD saben que por ahí no es, menos ahora, cuando estuvieron a un suspiro de ganarle a un candidato que tenía de su lado la maquinaria del Estado, sus recursos, y la memoria de Chávez. La victoria electoral de la oposición está a la vuelta de la esquina y sería pésima idea abandonar ese frente de lucha.   
Pero la razón principal por la cual pienso que el camino debe seguir siendo electoral es que no creo que haya habido fraude. Vicente Díaz, rector que representa a la oposición en el CNE, ha dicho que no tiene razones para dudar del resultado emitido por el organismo. Los observadores internacionales invitados por el Comando Simón Bolívar se cuidaron de  mencionar el fraude.  Hasta el propio Capriles le ha sacado el cuerpo a esa palabra. Lo que ha mostrado, hasta ahora, son indicios de irregularidades que eventualmente pudieran afectar el resultado, tan estrecho como es. No he visto hasta ahora actas alteradas, actas volteadas. Lo que Capriles está probando es que pudiera haber ganado, no que ganó. Y hay una enorme diferencia entre una cosa y la otra. Si lo que tienes es una sospecha, mal haces al llamar ilegítimo y espurio a Maduro. 
El reconteo que pide Capriles me parece una buena solución a la crisis. No creo que de ella salga algo distinto al anuncio inicial del CNE. Si después de la auditoría completa el resultado se mantiene, como creo que ocurrirá,  la oposición tendrá que decidir si se restea con lo del fraude o mantiene la batalla electoral, que es lo que conviene. Vienen los comicios municipales y la MUD ganó en la mayoría de las capitales. Ellos verán si se encaprichan con el fraude y entregan esos espacios o se deciden a darle al chavismo, o a los chavismos, el primero de una seguidilla de jabs electorales que muy posiblemente lo hagan pisar la lona y perder el poder. Hay que proceder muy cuidadosamente porque, de lo contrario, el poético escarceo de cacerolas contra cohetazos puede escalar y volverse combate cuerpo a cuerpo. En 2002-2003 evitamos una guerra civil gracias a nuestro temperamento, a nuestro carácter-país. Pero no podemos abusar de él.   


miércoles, 3 de abril de 2013

De Andrés Galarraga a Carlos González

Carlos Valmore Rodríguez
Efraín Ruiz Pantin
Scottsdale
Hace 20 años, Colorado, estado 38 de la Unión Americana, fue también la vigésimo tercera provincia de Venezuela, anexionada por el pionero Andrés Galarraga con su bate campeón como espada vencedora. Los Rockies, que vinieron al mundo en 1993 bajo el signo del Gran Gato, son venezolanos por nacimiento, y en su vigésimo aniversario otro colono criollo vino a recordarles esa unión umbilical.
Es Carlos González, un maracucho que, como Galarraga en el 93, celebró en Denver un título de toleteros en las Grandes Ligas. "Galarraga fue uno de los que creó la cultura venezolana en este equipo. Desde entonces llueve aquí el talento de nuestro país", expresa el líder de las artilleros de la Liga Nacional en 2010.
En la primera temporada de los Rockies, Galarraga cortó la cinta del club nacional de campeones de bateo en las mayores, al que González se afilió 17 años más tarde. Se cumplen dos decenios de esa corona precursora y González quiere hacer algo grande que le recuerde a Colorado que sus mejores hijos nacieron en Venezuela. "Para eso estamos", repone el jardinero y toletero zurdo. "Vinimos simplemente a hacer un buen trabajo y a representar a nuestro país, como lo hizo Andrés en esa primera etapa del equipo de Colorado. Para mí, es como retroceder en el tiempo, pues recuerdo completamente cuando Galarraga logró su título de bateo. Estaba bastante niño (ocho años), pero eso llamó la atención de toda una nación. Para mí es bastante especial usar la camiseta que él utilizó y con la que llevó el primer título de bateo a nuestro país".
Por esas coincidencias del destino, Galarraga y González tuvieron la oportunidad de estar juntos en este año tan especial. Fue durante el Clásico Mundial de Beisbol, en el que González era el jardinero derecho de Venezuela y Galarraga el coach de bateo. "Cada momento que viví con Galarraga lo aproveché muchísimo. Es de esas personas con la que quieres compartir ideas sobre lo que hacía cuando jugaba, en busca de cuál era su secreto", reseñó Cargo. Galarraga también se llevó una buena impresión del outfielder. " Es tremenda persona", describe el máximo jonronero venezolano en las Grandes Ligas (399). "Hablamos muchas cosas de allá de Colorado, de que ahora tiene a Walt Weiss como mánager y a Dante Bichette como instructor de bateo. Es gente que jugó conmigo".
¿De qué manera piensa honrar González el testamento de Andrés Galarraga? Ganar otro título de bateo sería perfecto para él, aunque la marca de 30 vuelacercas y 30 robos le luce más cercana.  "Esa es una meta que me la tomo personal y creo que puede darse si me mantengo sano", comenta el marabino. "Tengo la habilidad para hacerlo y espero que sea este año.  Los jonrones son más fáciles para mí porque con buenos swings la pelota va a salir del terreno. En las bases hay que mantenerse agresivo. No soy un corredor rápido por naturaleza, sino porque me he esforzado en ganar velocidad. Por eso he estado cerca, gracias a ejercicios de correr las bases para obtener resistencia. Me exijo yo mismo ser explosivo y suelto a la hora de correr". 
Galarraga da por sentado que González dará un buen golpe con los Rockies este año, como él hace 20. "Sería buenísimo. Es tremendo bateador, es un estilo así tipo Ken Griffey", opina el ex inicialista.  "Tener confianza en el home es lo más importante y eso le sobra a él. Es un bateador fino, tiene un swing muy bonito. Tiene todo para ser campeón bate nuevamente y no solo campeón bate, sino jonronero y empujador. Él sabe que es bueno, sabe que tiene un potencial, sabe que tiene un buen swing".
Galarraga y González no solo tienen en común la nacionalidad, sus títulos de bateo, el uniforme con el cual los lograron y haber tenido como tutor a Don Baylor. Además comparten ciertas características como paleadores. Ambos fueron campeones bate sin rendir mucho el promedio con los boletos. En 1993, Galarraga ligó para .370, pese a haber caminado solamente 24 veces en 506 apariciones. En 2010, González encabezó a la Liga Nacional con .336 y solo esperó cuatro malas en 40 ocasiones. "Tengo, y el Gato también la tenía, la habilidad de conectar pitcheos malos", analiza el maracaibero. "A veces pasas por rachas tan buenas que le tiras con los ojos cerrados y la bola brinca de tu bate y consigue un hoyo".  Como contraparte, González se ponchó 135 veces en 2010, otro rasgo en común con el caraqueño de Chapellín, que tuvo cuatro lideratos de abanicados en su carrera.  
No obstante, González lleva dos años distanciándose de ese patrón de pocos boletos/muchos ponches. En 2011, las K bajaron de 135 a 105 y las B subieron de 40 a 48. En 2012 la tasa de outs por strikes disminuyó de nuevo y los pasaportes se mantuvieron. "Mejorar la relación ponches/boletos es excelente y se debe a que el tiempo te permite ir madurando", dice Cargo. "Ya no tengo 24, como cuando gané el título de bateo. Aquel  pelotero  venía de su segunda temporada completa en las mayores, en la cual los lanzadores me estaban retando y yo era un bateador agresivo y hacía swing cada vez que me lanzaban.  Ahora las cosas han cambiado. Ya soy un jugador consolidado en las Grandes Ligas y los pitchers me lanzan más difícil, con más cuidado, y hay que ser más inteligente, porque si sigues haciendo swings a pitcheos fuera de la zona vas a producir más outs que carreras. Año tras año, uno va viendo lo que el rival quiere contigo. A veces no quieren lanzarte. Y debo aprovechar que estoy en la mejor edad que tiene un pelotero: cerca de los 30 años (tiene 27).
En 1993, Galarraga se perdió un mes de calendario por una lesión que por poco le impide sumar las apariciones legales necesarias para optar por el título de bateo. "Baylor me puso de primero o segundo para tener los turnos reglamentarios. Tenía que jugar con una rodillera especial", evoca El Gato. González, que se lastima con frecuencia a causa de la intensidad de su juego, promete ser cuidadoso. "Lo principal es no estar en lista de incapacitados, que es lo que impide que podamos hacer cosas buenas", señala. "Debo ser cuidadoso con mi cuerpo. Aprovecharé los días libres que me dé el mánager para descansar y prepararme para el día siguiente", promete..   
Dante Bichette jugó con Andrés Galarraga y ahora es uno de los instructores de González en los Rockies. Para él, la coincidencia principal entre Galarraga y González no es ninguna de las que hemos mencionado, sino la personalidad. "Además de que le pueden dar un batazo a cualquiera y juegan bien al beisbol, se parecen en que son personas felices", acota uno de los famosos "Bombarderos de la Calle Blake", que junto con Galarraga vivían sembrado pelotas en las gradas del Coors Field a mediados de los noventa. "Andrés es uno de mis amigos especiales cuando yo jugaba. Éramos de los Bombarderos y siempre estábamos alrededor del cuarto puesto en el bate. Por eso vi cualquier cantidad de batazos de Andrés. A Cargo lo estoy conociendo. Y es un buen muchacho. Puede hacerlo todo, correr, batear, fildear. Pudiera pitchear si lo necesitáramos. Es muy talentoso. Va a ser divertida esta temporada". Galarraga también nota esa semejanza en la forma de ser.  "Con la sonrisita y la cosa se nos hacen las cosas más fáciles. Disfrutamos lo que estamos haciendo", apostilla.
A Galarraga le sorprende que ya se vayan a cumplir 20 años de aquel título de bateo que González espera rememorar. "Me parece que fue ayer. Me sorprende que ya hayan pasado 20 años de eso, que motivó a otros peloteros. Y espero que sigan surgiendo venezolanos con esas cualidades. Dejé una buena estela en Colorado y Carlos la ha seguido". 
Cargo ya puso la piedra fundacional: en el partido inicial de los Rockies disparó el centésimo cuadrangular de su carrera para ser el décimo quinto grandeliga local en atesorar esa cantidad de jonrones. "Cada año es para nosotros otro reto, otra meta más a superar", fue el comentario final de Carlos González, el hombre dispuesto a tirar la casa por la ventana en el vigésimo aniversario de los Rockies y del primer título de bateo logrado por un venezolano.

Recuadro
Por otro Guante de Oro
Carlos González ha ganado dos Guantes de Oro, y si se lleva otro será apenas el quinto criollo en conseguir ese galardón más de dos veces (los otros son Omar Vizquel,  Luis Aparicio, David Concepción y Jesús Marcano Trillo, todos infielders).  "Puedo hacer mejores cosas defensivamente", subraya Cargo. "Tuve como tres o cuatro errores y fueron por ajustes en el leftfield. Cuando juegas centerfield las esquinas se te facilitan un poco más. Me tomó tiempo adaptarme, pero lo hice y por eso gané mi segundo Guante de Oro. Uno no solo gana juegos con un batazo, sino también con el guante". Dante Bichette lo cree capaz de cualquier cosa.  "Espero tener a Carlos sano para que pueda desplegar su juego", declara.  "Ya ganó un título de bateo y el Guante de Oro Es una súper estrella y espero que juegue como tal".  
Recuadro
Cargo de promoción
Por los 20 años de los Rockies de Colorado, Carlos González ha sido convocado a varias actividades promocionales. "Hemos hecho el comercial en el que salen todas esas anécdotas, como  el título de bateo de Galarraga. Van a salir unos bubble heads míos. Es un año especial y por eso nos preparamos para dar un buen espectáculo", manifestó.

martes, 2 de abril de 2013

La sorprendente Minneapolis



Minneapolis me agarró en el brinco a segunda. La tenía por ciudad anodina, átona, prescindible, uno de esos sitios que tachas a priori de la lista de destinos apetecibles. Me ha recibido una urbe pulcra, diversa, con pasado, de futuro. Hay cosas que ver aquí. Hay cosas que hacer aquí.
Tiene Minneapolis dos arterias principales: el Mississippi y Nicollet Mall. La una fluvial, la otra terrestre. El río padre de Norteamérica la separa de Saint Paul, su ciudad gemela. Y a sus orillas están varios de los lugares que hacen que viajar hasta acá valga la pena. Comenzando por el Mississippi mismo, cuyo curso es la espina dorsal de los Estados Unidos. Acá en Minneapolis están sus únicas cataratas naturales, las de San Anthony, que la ingeniería modificó para facilitar la navegación y explotar su potencial hidroeléctrico. Hoy, las cascadas de San Anthony son unas rampas que apuran el paso del agua.
Si llegan a venir, crucen el puente Stone Arch. Fue construido en apenas 22 meses, entre 1882 y 1883, y consta de 23 arcos construidos con macizas rocas de granito y limo del río y alineados en un ángulo de seis grados, de manera que no es un puente recto, como el común denominador, sino que va describiendo una curva hasta empatar a la urbe con la rivera este del río.  Lo hizo la compañía de trenes Great Northern Railway para transportar trigo que luego la pujante industria de Minneapolis convertiría en harina. Ya hace mucho tiempo que no lo cruzan vagones sino ciclistas y peatones (cada cual tiene su riel). En una tarde de sábado verán a las familias paseando y a los deportistas transpirando. La vista hacia el Mississippi y las cataratas en el ocaso es excepcional.
Se dice que los gringos, pragmáticos como son, no se la piensan para echar abajo un lugar antiguo  y levantar allí un rascacielos. En Minneapolis pasó todo lo contrario: hicieron de las ruinas del pasado una fuente de ingresos para el presente. Los vestigios de la era de oro de las industrias hidroeléctrica y molinera son ahora piezas de museo que la gente paga por ver. Ahí están todavía, a la vista de todos, los muros semiderruidos de la Gold Medal y su enorme aviso luminoso arriba. Sus silos, sus chimeneas. Son el recuerdo de otra Minneapolis, que contaba los dólares en sacos de harina. Luego vino la competencia de otras ciudades y se agujereó el costal. Aquí, entre estas fantasmales paredes de le centuria XIX, se levanta ahora un museo con vitrales del siglo XXI para rememorar aquel periodo de esplendor. Sientes que en cualquier momento saldrá de los escombros un obrero con el overol espolvoreado de blanco. Es un vívido viaje al antier.
No quiero que piense que Minneapolis solo vale la pena por unas ruinas. Que, si por ellas es, más valen las de  Roma. El centro de la ciudad está sembrado con espigas de cristal que se elevan hacia el cielo en perfecta formación. También hay torres antiguas, similares al Empire State, como el Foshay Tower, que data de 1929.  Abajo, las calles son para caminarlas. Sobre todo Nicollet Mall, un bulevar donde mandan los peatones y los carros que entran solo pueden ir a diez millas por hora. En cada cuadra de esta avenida y sus paralelas hay restaurantes y teatros, artistas callejeros y estatuas. Aquí hay cierta predilección por las esculturas humanas en tamaño natural. Las hemos visto por todos lados. Como por doquier hemos visto nieve, pese a que ya llegamos a abril. De lejos, el manto blanco es de lo más poético, pero la nieve pierde todo su encanto cuando se ensucia. Se convierte en un montón de hielo negro que solo provoca pichaques y resbalones. Hace un frío de los mil demonios que te ataca desde arriba, desde abajo y desde los lados con una ventisca que por poco te convierte en otra de sus estatuas humanas de tamño natural.
Minneapolis se comunica con tranvías, autobuses y a pie. Se puede caminar por dentro de los edificios gracias a un complejo sistema de pasadizos a desnivel llamado el Skyway. Son pasillos que intercomunican a casi todo el downtown sin necesidad de ir por las calles heladas del inclemente invierno de Minnesota. Claro, el sistema está hecho para los lugareños, pues el Skyway es un laberinto que hay que saberse para poder desplazarse dentro de él. El visitante tiene el temor de que en cualquier momento se le va a meter en el recibo a una familia, si bien es verdad que en el centro de Minneapolis la gente trabaja, no vive.   
Como amante del beisbol, no pude dejar de pararme a admirar desde el exterior la nívea cúpula del Metrodome, la antigua sede de los Mellizos y que ahora solo se debe al fútbol americano. Es una estructura realmente enorme la casa de los Vikingos en la NFL. Imposible no sentir nostalgia con la gloria que bañó a Johan Santana cuando estuvo acá: dos Cy Young, una triple corona, tres lideratos de efectividad, un Guante de Oro. Bajo ese techo, Santana fue el mejor pitcher de las Grandes Ligas. El Metrodome ya se retiró del beisbol y Santana librará su última batalla para no irse detrás de él.    
    

Cabrera no dejó de aportar



Carlos Valmore Rodríguez
Minneapolis
Ni cuando batea de 5-0, Miguel Cabrera se va en blanco.  Aunque el boxscore del juego de ayer dice que falló en todos sus turnos  y que cometió un error al campo, el Más Valioso de la Liga Americana en 2012 le echó piernas para vencer. Corriendo a más no poder remolcó la primera carrera de los Tigres de Detroit en 2013 y anotó la segunda.
Ese par de rayitas hicieron diferencia en el triunfo (4-2) de Justin Verlander sobre los Mellizos de Minnesota, con el cual los actuales campeones de la Liga Americana iniciaron como se debe su tránsito por la presente campaña.
Fueron tres rollings al campocorto y dos abanicados para el triplecoronado venezolano. Eso dice la libreta. El juego maneja otra versión. Cierto, con dos en bases sin outs en el primer inning, Cabrera solo pudo rodarla por el torpedero Pedro Florimón, que con la conexión de frente y el corpulento venezolano viajando hacia primera parecía tener un dobleplay hecho y envuelto para regalo. Florimón forzó en segunda a Torii Hunter, solo que Cabrera le ganó al tiro a la inicial. Eso valió, no porque se engomara Austin Jackson desde tercera, que igual lo iba a hacer, sino porque luego Prince Fielder, con un lineazo por la izquierda ante el abridor Vance Worley, mandó a Cabrera para la goma con el 2-0. Con la doblematanza, el daño hubiera sido menor. "Con las pequeñas cosas se ganan los juegos", aseguró luego del compromiso el antesalista de los actuales campeones de la Liga Americana.
Sin garrotazos de 400 pies ni líneas silbantes entre dos, Miguel Cabrera contribuyó. Y eso es lo que cuenta para él.  "Con un hit aquí y otro allá se pudo conseguir el objetivo. No hubo necesidad del doble ni del jonrón para ganarles. Hoy la ofensiva no resaltó como estaba pronosticado que lo hiciera, pero haciendo este tipo de cosas se ganan estos partidos, que son muy importantes porque el abridor de nosotros solo fue hasta cinco innings", detalló Cabrera, quien tuvo que hacer ese sprint a primera con un clima en punto de congelación. "Jugamos con un clima bastante difícil", reconoció. "Pero mientras puedas hacer carreras temprano en el juego es mejor para ti y para el pitcher abridor, más cuando ese abridor es Verlander".  
 El primer hit de Cabrera en la temporada pudo haber llegado en la tercera entrada. Con Torii Hunter en segunda por doble, el criollo sonó un saltarín al hueco que Florimón logró alcanzar y transformar en out de forma muy lucida. Se llevó los aplausos del Target Field. Luego el slugger nativo dio otro arrastrado, pero de frente a Florimón en el quinto acto y terminó ponchado, tras un largo turno, en el sexto. Ya en el noveno, sí que fue guillotinado con facilidad. "Con o sin hit, pudimos ganar un buen partido. Esperemos que en los próximos juegos podamos responder con mayor efectividad", replicó el maracayero.
No fue un partido fácil para Cabrera a la defensa. Aparte de cometer un error (a él no le pareció la anotación) tuvo que lidiar con el tremendo frío de Minneapolis. Se vio obligado a colocarse un pasamontañas que le cubriera la boca y las orejas. "No me pareció error, pero estaba el número uno de nosotros pitcheando y cada jugada cerca siempre la van a cuestionar", declaró. "Pero así es la pelota. Estamos aquí para hacer los ajustes y ahora trataremos de agarrar los rollings más hacia adelante sin tratar de lanzarme la pelota, que fue lo que quise hacer para poder tirar. Ahí fue cuando cometí el error". Con el pasar de las horas, el frío aumentó y por eso buscó protección. "Hice todo lo posible por mantenerme caliente, pero era imposible: con cada inning hacía más frío", dijo. "Es difícil jugar con esta temperatura y por eso tenemos que darnos crédito todos. Jugamos duro y pudimos ganar".   
Víctor Martínez tuvo su primer partido en Grandes Ligas desde el 28 de septiembre de 2011. Eso es lo sustantivo, no su línea sin hits en tres viajes como designado y quinto en la formación de Jim Leyland.
Omar Infante fue el hombre más destacado entre los criollos de Detroit. En el segundo episodio dejó caer una línea al bosque izquierdo que amparó hasta el hogar a Johnny Peralta con la tercera rayita de los Tigres. Luego, en el cuarto tramo, se anotó otro indiscutible al left. El guanteño quiere batear .300 este año y comenzó auspiciosamente su camino. "Estoy contento con este buen comienzo", dijo el oriental, que se fue de 4-2. "En el primer inning sabía que me iban a venir con recta, le dejaron en el medio y aproveché. En el siguiente turno me volvieron a tirar recta. Ojalá que pueda seguir así". Para Cabrera, es muy importante el aporte que hizo Infante desde la última casilla del lineup. "Ellos, la toletería que viene atrás, van a ser clave. Y respondieron hoy", finalizó.