martes, 25 de diciembre de 2012

Caracas no hace ilusiones con Juan Carlos Gutiérrez


Carlos Valmore Rodríguez

El Caracas no descansa ni en Navidad. Ayer, los Leones esperaban una respuesta de los Reales de Kansas City a su propuesta de extender la labor del cerrador Juan Carlos Gutiérrez hasta el round robin. “Uno de nosotros está en Estados Unidos encargándose de eso. Los Reales prometieron devolver la llamada, pero hasta ahora, nada. No soy optimista”, relató a través de un correo electrónico el presidente del equipo, Luis Ávila.
El ejecutivo de los melenudos se mantiene en pie de guerra con los clubes de Grandes Ligas por lo que considera violaciones al acuerdo de invierno firmado por MLB y la Confederación del Caribe. Una de ellas sería el freno puesto a Gutiérrez, casi seguro Cerrador del Año y que no podrá acompañar a los metropolitanos a los playoffs. “Las organizaciones de Grandes Ligas hacen lo que se les antoja, y la LVBP habla de diálogo”, fustigó Ávila en su correo. 
“El caso de Gutiérrez ya queda en manos de Kansas City y el Caracas”, mencionó el agente del apagafuegos, Wilfredo Polidor. “Si los Leones logran obtener el permiso de Kansas City, Juan Carlos lanzará con mucho gusto, pero ellos autorizaron a Juan Carlos para lanzar hasta el 30 de diciembre. Él ha ayudado bastante a Caracas, pero su prioridad es ir a luchar por un puesto en el bullpen del equipo grande de los Reales”. 
Ávila ratificó que sigue esperando una confirmación por parte de la LVBP de que la inscripción de Yorvit Torrealba en el roster de 34 es considerada legal o no. “No entendemos por qué la semana pasada no quisieron dar respuesta”, precisó el presidente del Caracas. “Acataremos lo que ellos señalen y actuaremos en consecuencia. Nosotros hemos actuado conforme a las normas, tanto de la LVBP como del juzgado (que emitió una medida cautelar que autorizó a Torrealba a jugar antes de que se cumplieran los 66 juegos de suspensión impuestos por la Liga al careta por golpear en la cara al árbitro Darío Rivero Jr). Lo pusimos en el roster de 34, lo firmamos y estamos a la espera de que la Liga nos certifique acerca de la legalidad o ilegalidad de su inscripción. Una vez tengamos esa definición, procederemos según ella nos indique”.
Caracas espera por la incorporación del pitcher Justin Thomas el 27 de diciembre. 


Mamajuana para amenizar enero


Carlos Valmore Rodríguez
Los equipos del beisbol venezolano iniciaron un puente aéreo con República Dominicana, luego de que el circuito de ese país efectuara su draft de refuerzos para la postemporada. Hasta cuatro peloteros quisqueyanos fueron firmados por tres equipos de la LVBP: Navegantes del Magallanes, Águilas del Zulia y Cardenales de Lara. Y vienen otros.
La nave anunció ayer a través de su departamento de prensa la contratación de dos relevistas de La Española: el zurdo Atahualpa Severino y el diestro Víctor Marte.  Severino es ficha de los Tigres del Licey, que quedaron eliminados. En Lidom dejó balance de 0-1 y 4.09 de efectividad tras 22 entradas este año, con 21 ponches y 11 boletos.  Tiró 4.2 tramos  en Grandes Ligas durante 2011 y en 2012 tuvo foja de 3-0 y 2.81 de efectividad en 48 capítulos como parte del apartado triple A de los Nats, con 36 boletos y 43 ponches (1.52 de WHIP). Este será el taponero zurdo que  necesitaba el mánager Luis Sojo.
En cuanto a Marte, este mismo año laboró 40.1 actos en las mayores con los Cardenales de San Luis (3-2, 4.91 de EFE, 1.61 de WHIP, 14 BB, 36 K). Con el Licey sus dígitos fueron: 2-1, 4.40 de EFE en 14.1 innings, con cuatro pasaportes y 13 fusilados. El tirador dijo al equipo de prensa de los turcos que llegará a Venezuela en cuanto reciba la visa, lo que puede ocurrir esta semana o a principios de enero.  La conexión dominicana le sirve a los corsarios para mejorar su bullpen, que sufrirá la pérdida del cerrador Bruce Rondón.
Cardenales de Lara está listo para importar al escopetero Yohan Flande, un abridor que jugó en Dominicana con el Licey y los Toros del Este y que en el verano trabajó en AAA con los Bravos de Atlanta. En la antesala de la gran carpa su correlación victorias-derrotas fue de 6.11 en 147.2 entradas, para EFE de 4.21, con 55 transferencias y 106  ajusticiados. En su país, Flande  tiró 19.2 innings con 3.28 de efectividad  y récord de 0-2, con nueve bases por bolas y 15 ponches.  Lara fortalece su rotación, que en enero perdería a Brian Sweeney.
Las Águilas del Zulia añadirán a su roster a un rostro conocido: el de César Valdez, un abridor que el año pasado los ayudó con su efectividad de 2.04 y 15 ponches contra apenas un pasaje gratis en 17.2 vueltas con los rapaces en la ronda eliminatoria, aunque luego desmejoró a 0-3 y 5.59 durante la postemporada.  Valdez tiró 20 innings en Grandes Ligas con los Cascabeles de Arizona en 2010 (1-2, 7.65)  y este año, con los Tigres del Licey, trabajó como taponero y tuvo efectividad de 3.38 en ocho mangas, sin boletos y con nueve ponches.   
Los Leones del Caracas evalúan el escenario dominicano, pero según su presidente, Luis Ávila, no hay nada concreto.  Otros activos del torneo quisqueyano que han generado interés en Venezuela son los tiradores Román Colón, Sandy Nin y Francisley Bueno. 


  


jueves, 20 de diciembre de 2012

Un final infeliz


Carlos Valmore Rodríguez

El traumático chasco venezolano en el primer Clásico Mundial de Beisbol dejó heridas profundas y  graves secuelas.  Peloteros alzados contra directivos. Jugadores atacados por jugadores. Gerentes derrocados por la tropa. Estrellas automarginadas de la selección. Cundió una sensación de desbandada. El representativo nacional que participaría en la segunda edición del torneo iba cual bólido a ninguna parte, o al menos así parecía. El público, defraudado, descreía.
Si fracasamos en 2006  con lo mejor que teníamos, ¿Qué podemos esperar en 2009 sin Johan Santana, sin Carlos Zambrano, sin Víctor Martínez, sin Rafael Betancourt, sin tantos otros que uno a uno se apeaban del equipo?  La pregunta se la formulaban muchas personas.  ¿Cómo vamos a ganar con Sojo de mánager otra vez? Interrogaban otros con angustia existencial. La borrachera triunfalista de 2006  pasó y solo quedó la resaca. De ahí que las expectativas de la afición descendieran hasta la Fosa de las Marianas. Algo de bueno tenía eso:  el grupo llegó  con mucha menos presión, aunque sin derrotismo. “Ya estoy cansado de que me repitan eso del 2006. Estamos aquí, en el presente, y vamos a tratar de ganar esto”, comentó con gesto grave Miguel Cabrera, mutado ya en uno de los mejores bateadores del juego.   Ese “Vamos a tratar” contrastaba con el “no ganar sería un fracaso”, emitido por Omar Vizquel  tres años antes.  El cambio de discurso, y hasta de actitud, se veía a leguas. Uno de los peloteros reconoció que hubo exceso de confianza en 2006 y que eso no se repetiría.
“Más preparación”, pidieron estrellas como Cabrera, Magglio Ordóñez y Carlos Guillén en marzo de 2008, un año antes del Clásico. El fogueo como panacea, como vacuna contra la recidiva del fracaso. “Deben ser como 15 días de entrenamiento antes de comenzar el campeonato”, acotó Ordóñez. MLB le concedió a Venezuela tres partidos de calistenia, de los cuales perdieron dos. A Sojo no le mortificaron las dos derrotas, antes bien se alegró porque notó que sus dirigidos hicieron mejores contactos que en la previa de 2006. “Hay un cambio radical”,  percibió. “Esa vez, hasta en la práctica se quejaban los peloteros. ‘Estoy atrás, me estoy ñameando, no veo la bola bien.  Aquí se ve que están plantados”.  El dirigente mantenía la confianza. “Nosotros no vinimos al Clásico Mundial de Beisbol a manguarear, sino a ganar. Estamos listos para la pelea”, declaró en rueda de prensa un día antes de la voz de playball en el Rogers Centre de Toronto.
Venezuela partía contra Italia, un adversario de menores recursos. Carlos Silva recibió la asignatura de desecar a los europeos. Sojo anunció que lo relevaría Félix Hernández, el pitcher número uno del equipo. Medio país alzó la ceja. ¿Desperdiciar a uno de los mejores tiradores del beisbol usándolo como relevo ante una alineación AAA?  El piloto explicó que los Marineros de Seattle lo ataron de manos y le obligaron a usar a su as ese día para que el diestro siguiera el plan de entrenamiento que dejó a medias al abandonar el campamento primaveral de los nautas.  “Lamentablemente no puedo controlar eso. Son peloteros que están bajo supervisión de Major League Baseball”, puntualizó.  
7-0 claudicó Italia ante una Venezuela que hizo casi tantas carreras esa noche  como las que confeccionó en los tres lances de segunda ronda jugados en San Juan durante 2006 (10). Ahora venía Estados Unidos, con Derek Jeter, Kevin Youkilis, David Wright. 15-6 ganaron los gringos. Adam Dunn le dio un jonrón a Iván Blanco con fuerza suficiente para agujerear el domo del Rogers Centre. El bullpen alternativo de Sojo se vio claramente rebasado. Lo rescatable del revés es que la Vinotinto siguió bateando: 13 hits le sonaron al mejor cuerpo de lanzadores que había en el CMB.
Y si le hicieron eso a Roy Oswalt y compañía, sospecharán lo que el destino le deparaba a Italia en una segunda puja por alcanzar la próxima estación. Tras un quinto inning de cuatro cuadrangulares, decisivo en el 10-1 final, el pabellón de ocho estrellas ondearía en Miami; no sin antes cobrarle la paliza a Estados Unidos con un 5-3 que se adjudicaron los subestimados relevistas venezolanos, que sin ser bigleaguers se dieron a respetar. Jean Granados, Iván Blanco, Carlos Vásquez y Orber Moreno se aunaron para 4.1 entradas y apenas dos carreras.
Venezuela clasificó a pesar de graves dislates en sus comunicaciones internas. Sojo creía poder usar indiscriminadamente a los lanzadores que no estuvieran en la órbita MLB. Las reglas lo contradecían. A Sojo le informaron que órdenes expresas de Seattle le obligaban a desperdiciar a Félix Hernández contra Italia. El gerente general de los Marineros lo negó categóricamente, lo que generó una minicrisis entre el mánager y los medios. “Ah bueno, entonces se supone que Enrique Brito no habla inglés”,  ironizó el petareño, en alusión al gerente deportivo de la selección, que aseguró haber hablado con el almirantazgo de Seattle. Hubo días en los cuales Sojo y el coach de pitcheo, Roberto Espinoza,  mandaban mensajes cruzados. Para colmo, el comité organizador no envió a los scouts de avanzada a vigilar a potenciales adversarios en la siguiente instancia. Estos se quedaron esperando instrucciones que no llegaron.  Lo que sí funcionó fue la logística; los familiares de los peloteros recibieron sus entradas y ningún jugador cenó en Burger King.   
Como aquel día de los abucheos a Robert Pérez en Disney, el regocijo del triunfo se eclipsó porque un miembro del batallón patrio cayó abatido por fuego “amigo”. Esta vez le tocó a Magglio Ordóñez, acribillado a silbatinas por los fanáticos venezolanos en Miami a causa de su filiación política. Triste espectáculo que los cronistas de otros países no entendían. 3-1 se impuso Venezuela a Holanda al inicio de la segunda fase con gran trabajo de siete innings de Carlos Silva, quien en vez de hablar de eso tuvo que salir en defensa de su compañero. “Lo que es con él es con todos nosotros”, manifestó. Algunos de los peloteros, que a diferencia de Magglio no simpatizaban con el Presidente Hugo Chávez, le hicieron un curioso desagravio al falconiano. Lo rodearon y gritaron: “Magglio sí, Chávez no”.
Puerto Rico era un aristócrata venido a menos en el beisbol, pero conservaba el título nobiliario y algunas posesiones nada despreciables. Carlos Beltrán, Carlos Delgado, Iván Rodríguez, Yadier Molina. Ellos  noquearon a Estados Unidos y aspiraban a hacer lo propio con Venezuela, que iba por el pasaje a semifinales con Félix Hernández sobre el montículo del Dolphin Stadium. El futuro Cy Young sacó cuatro ceros y el relevo intermedio sirvió de efectivo enlace entre el abridor y el cerrador Francisco Rodríguez para un blanqueo de 2-0 en el que un maltrecho Ramón Hernández la botó y Carlos Guillén trajo la otra. Un extraordinario partido, bregado, bien jugado, emocionante. Para juegos así crearon el Clásico Mundial. El estadio de los Marlins, de ordinario un mausoleo, tomó vida con aquel debate de buen beisbol.
Inextinguible el recuerdo del  segregado Carlos Vásquez, que en papel de David apuntó con su honda a la frente del Goliat Carlos Delgado y lo derribó con una curva que el paleador falló a lo grande. “Salí agresivo porque ese era el out que podía salvar al equipo”, dijo el taciturno siniestro al ser interrogado sobre cómo un clase A como él, dejado libre al término de 2008, le pudo a un monstruo de las Grandes Ligas.
Con ese triunfo, Venezuela derrotó al fracaso y lavó el honor mancillado en 2006. El país sería uno de los cuatro grandes del planeta y hacía podio en un torneo mundial de pelota por primera vez en casi cuatro décadas. Sojo y sus beisbolistas expiaron el pecado original y abonaron, además, otra victoria (10-6) sobre Estados Unidos para quedar como cabeza de grupo en la fase dos. En alas de su estupendo pitcheo en Miami (7 carreras encajadas en tres compromisos), la selección voló a Los Ángeles a protagonizar una película taquillera. A Toronto había llegado como actor de reparto.
Corea del Sur también asistió a la audición semifinal con el propósito de arrebatarle el papel estelar a los latinoamericanos. Sojo desconocía a sus jugadores, casi todos figuras en el beisbol, pero  de Asia. “Sé que hay tres Kim, dos Park y dos Lee”, fue el reporte de scout que brindó Sojo cuando se le preguntó por el adversario en semifinales. El piloto no quería saber mucho más, pero sí dijo que Corea era peligrosa, la más peligrosa de la otra llave porque los coreanos, como todos los asiáticos, manejaban los fundamentos.
Dicho esto, la cuenta daba: un grandeliga surcoreano contra 19 de Venezuela.
Uno de esos 19 abriría contra los orientales. Tenía que ser el mejor. Y el mejor, para Sojo, se apellidaba Silva en vez de Hernández. “Es el mejor pitcher que tengo. Es el que mejor ha lanzado en el torneo. No tengo ninguna duda de que Carlos va a tener éxito”, subrayó en la antecámara de la final.  
Venezuela salió a la grama del Dodger Stadium  como la escuadra con más imparables (76), dobles (20), triples (4) extrabases (36) y bases alcanzadas (140) en el torneo; el elenco con la tercera con mayor cantidad de anotadas (43, 6,14 por encuentro) e impulsadas (40), la segunda en bambinazos (doce) y slugging (.569), la tercera en OPS (936) y también en promedio colectivo (.309). Y además, su cuerpo de monticulistas ostentaba la cuarta mejor efectividad entre los contingentes que alcanzaron la segunda ronda, con 3.57, y la segunda ración más generosa de ponches propinados (50). Con cinco lauros al hilo, y una sola derrota, la Vinotinto  parecía el equipo a vencer.
Pero cayó vencido, y horriblemente.
Nada  bueno se puede esperar cuando Silva, un mayorista de strikes, comienza un partido con boleto. Tampoco cuando a un Guante de Oro como Bob Abreu se le cae un fly. Al concatenarse rarezas así  recomiendan  buscar las zonas altas. El jonrón de tres carreras en el primer inning de Shin Soo Choo,  justo el único bigleaguer coreano, revolcó a Venezuela como una ola colosal. Los criollos perdían 5-0 sin haber ido ni una vez al home. A Silva le dieron más palo en el acto dos y los venezolanos ya no pudieron levantarse camino a un doloroso 10-2. Hasta ahí llegó la historia. Y Félix volvió a lanzar…. en el spring training de los Marineros. Desde entonces, espera su hora.     

     

martes, 18 de diciembre de 2012

Se hundió la Armada Invencible


Carlos Valmore Rodríguez
Hay duelos que se decretan, pero no se sienten. Y hay duelos que se sienten, pero no se decretan, como el del 14 de marzo de 2006. Esa noche aciaga  se perdió la República del beisbol,  que es substancia de la Nación.
El advenimiento del Clásico Mundial materializó una fantasía de la afición venezolana: que las Grandes Ligas levantaran  el embargo sobre las estrellas criollas y estas se fundieran en una omnipotente selección que tomara desquite por un país tratado como pariente pobre en gimnasios, estadios y diamantes. Sí, diamantes, pues incluso el beisbol, con sus principales riquezas hipotecadas por el trust de Major League Baseball, era sistemáticamente atropellado en las mediciones internacionales. La pelota, cosida con bigleaguers, dispondría del poder y la legitimidad suficientes para erguirse como ángel vengador del gentilicio deportivo. Al fin sabría esta sociedad lo que siente Brasil en el fútbol o Estados Unidos en el baloncesto. Ser temido, no temer. Asumir la victoria como obligación irrenunciable.  Saberse gigante. Actuar con arrogancia y tener con qué.  
Ese parecía el destino manifiesto de la generación dorada del beisbol venezolano. En el inédito trabuco de 2006 eran todos los que estaban y estaban todos los que eran: Johan Santana, Cy Young de la Liga Americana en 2004 y quien debió llevarse también el de 2005; Miguel Cabrera, Bate de Plata, medalla de bronce entre los toleteros de la Liga Nacional en 2005, dos veces convocado al Juego de Estrellas, súper astro en ciernes; Magglio Ordóñez, doble poseedor del Bate de Plata, cuatro veces “All Star”, con seis campañas de 300 de average en las mayores,  cuatro de 30 jonrones y 100 empujadas; Bob Abreu,  doble 30-30, Guante de Oro, Bate de Plata, tercero entre los fusileros de la Liga Nacional en 1999, campeón en dobles en 2000, uno de los peloteros más completos del circo máximo; Omar Vizquel, el campocorto con  10 Guantes de Oro y el mejor porcentaje de fildeo de todos los tiempos; Víctor Martínez, Bate de Plata, al igual que Edgardo Alfonzo; Carlos Zambrano, as de los Cachorros de Chicago; Francisco Rodríguez, campeón salvador de la Liga Americana en 2005. De los 30 miembros del roster, 14 calificaban como figuras de primer orden en las mayores, 24 eran bigleaguers en ejercicio y 28 jugaron alguna vez en el bigshow. “La única debilidad soy yo”, osó decir el mánager Luis Sojo cuando todavía se divertía.
No había excusas, el trofeo del primer Clásico Mundial debía hacerle compañía a los de los Héroes del 41, del 44 y del 45. El mapamundi beisbolero    volvería a colorearse de tricolor. “No ganar sería un fracaso”, apostilló Vizquel en los prolegómenos del certamen.
La gente estaba tan arrobada de triunfalismo que olvidó dos nociones elementales: 1) los partidos hay que jugarlos primero 2) se puede perder tanto como se puede ganar. Y se perdió. Se perdió y temprano. El delirio de grandeza tuvo lugar y fecha de vencimiento: San Juan, Puerto Rico,14 de marzo de 2006.  Recuerden esa fecha, aunque quieran olvidarla.
Y pensar que todo empezó tan bien. La participación fue masiva. Todas las estrellas confirmaron, salvo Melvin Mora.  La única controversia la generó Alex Cabrera cuando anunció que él solo iba si lo ponían de titular. Sojo le respondió enfáticamente que no toleraría chantajes. Cabrera se quedó en Japón y se pasó la página. El equipo se concentró en Clearwater, Florida, donde efectuó un partido de fogueo contra los Filis de Filadelfia en el cual, por cierto, no bateó. Nadie reparó en ese detalle, en apariencia nimio, pero que resultaría premonitorio.  
El debut de Venezuela en el Clásico Mundial de Beisbol es un recuerdo indeleble. Algunos en la tribuna del acogedor estadio de Disney, en Lake Buena Vista, Florida, se conmovieron hasta las lágrimas al escuchar el himno nacional la tarde del 7 de marzo de 2006. Lo que debió ser el prefacio de un libro con final feliz sembró, por el contrario, la discordia.  Cuatro jonrones de República Dominicana (dos de David Ortiz y dos de Adrián Beltré) pudieron más que Johan Santana y Carlos Zambrano. De esos cuatro maderazos, el que  recuerda el público, paradójicamente, es el menos determinante: el grandslam de Ortiz ante Carlos Enrique Hernández en el octavo acto, cuando la Vinotinto ya perdía 7-5. La verdad es que  Sojo no ayudó con sus declaraciones postjuego. “Vino Carlos Enrique contra el Big Papi y pasó lo que todos sabíamos que iba a pasar”, indicó el timonel en un comentario más apropiado para  una cabina de transmisión.
Todo se contaminó ese día. El humor de Sojo, su relación con los parciales y los medios venezolanos. El ambiente se hizo pesado, opresivo. Y empeoró con los abucheos a Robert Pérez en el juego contra Italia, el 8 de marzo. “Compadre, compadre”, le gritaban en cada turno por el nexo sacramental  del jardinero con el piloto, como si ese fuese su único mérito para estar ahí y no sus brillantes números en la LVBP. Así pagaba Pérez el crimen de responder al llamado del país. “No escuché nada”, acudió a la negación el bolivarense.  
Aunque Venezuela blanqueó 6-0 a los italianos, el plantel se sentía ultrajado por lo de Pérez. En una victoria se firmó el divorcio definitivo entre los fanáticos y ese roster de campanillas que tanto pidieron. Sojo, a su vez, no ocultó su hostilidad con los periodistas venezolanos. Le pregunté si el triunfo le quitaba a la selección la presión derivada del fracaso ante Dominicana. “No hay presión. Ganamos”,  se limitó a decir, con cara de piedra. Hasta The New York Times se hizo eco de la ruptura entre el dirigente y la prensa criolla a través de una nota en la cual el pentacampeón bate de la LVBP  acusó a sus paisanos reporteros  de hacer críticas destructivas. “Nunca dicen nada bueno”,  reclamó. A los seguidores que silbaron a Pérez también les disparó. Los llamó idiotas y les espetó que se sentían con derecho de abuchear solamente por el hecho de tener plata suficiente para viajar a Florida y comprar una entrada. Evidentemente a Sojo, hombre jovial, caballeroso, gentil, lo abrumaban los rigores de una responsabilidad excesiva para un piloto novato, como él en ese momento.  Algunos jugadores se alinearon con el dirigente y hubo uno que incluso amenazó con hacer llamadas para que despidieran a un reportero.
Solo dos carreras y cuatro hits completó Venezuela contra la débil Australia en un partido que ganó 2-0 para avanzar a la siguiente parada, pero en el cual se notó la falta de planificación. Horas antes del pleito, sus bombarderos desconocían que Phil Durrington, el pitcher oceánico, lanzaba bola de nudillos.  Además se hizo cada vez más patente que aquellos sublimes aporreadores se sentían incómodos. “Estamos en una época del año en la que no estamos al 100%”, arguyó Magglio Ordóñez, uno de los apagados en el lineup. 
Pensaba, mientras viajaba a San Juan para seguir a la selección en la segunda ronda, que, en cualquier momento, el volcán haría erupción.  En Puerto Rico el conjunto se enfrentaría a los locales y a Cuba, enemigos más filosos  que Australia e Italia, pero con menor capacidad instalada que el escuadrón nacional. El primer cruce de esa instancia era contra Cuba, y con Santana en la loma. Topaban el mejor lanzador de las Grandes Ligas y paleadores talentosos, preparados, pero atrofiados por la falta de roce con jugadores de la máxima categoría. Aún así, Santana pidió apoyo a sus camaradas de armas.
Fue una tarde catastrófica en el Hiram Bithhorn. 
Cuba, la “amateur” estuvo a un batazo de noquear a Venezuela, la de los grandeligas. Santana volvió a dominar, pero la toletería se abstuvo y El Gocho salió como pitcher derrotado, pese a aceptar una carrera en cinco actos. Yoandri Garlobo, a quien alguno podría confundir con un jugador de softbol, le dio un sonoro doble y  anotó.  Aunque la peor pesadilla ocurrió luego de que Santana desalojara el morrito. En ese sexto inning se puede decir que zozobró la ilusión campeonil. Giovanni Carrara, que en 2005 asumió rol protagónico en el bullpen de los Dodgers de Los Ángeles, vino a lanzar con el partido uno por nada y lo hizo para cero. Los hados del beisbol tenían dispuesta otra cosa. Con un out, y corredor en circulación, salió un rolling hacia el campocorto. Un out por regla, tomando en cuenta quién cubría allí. Solo que las Valkirias escogieron que Venezuela muriera en esa batalla y le metieron la pelota en la camisa a Vizquel, el  de los guantes dorados. “Eso me había ocurrido una sola vez, hace como 20 años, en AA. Uno lo cuenta y no lo cree”, comentaría posteriormente. Vizquel tampoco pudo completar un dobleplay y con dos outs llegaron los jonrones de Frederich Cepeda y Ariel Pestano que dejaron el marcador 6-0. La derrota por 7-2 ante los tricampeones olímpicos y multicampeones mundiales dejó a Sojo en el borde del voladero. “No estaba en nuestros planes perder con Cuba”, declaró.
Los factores ambientales hicieron lo suyo para enrarecer más el clima. Los peloteros estaban molestos con los organizadores porque un día los pusieron a comer en Burger King. La gerencia de Venezuela dijo que no era su responsabilidad, que fue MLB la que incluyó menú de Burger King en la dieta de los atletas. Como si fuera poco, alguien echó a correr la leyenda de una farra hasta el amanecer (por el cumpleaños de Bob Abreu)  que habría hecho que los peloteros nativos llegaran amanecidos al juego diurno contra Cuba. “Fueron unas copitas sociales”, se limitó a decir el cumpleañero. Yo estaba en San Juan, pero lejos del hotel de concentración.  No puedo afirmar ni negar que esa “fiesta inolvidable” haya ocurrido en verdad. La supuesta evidencia de su existencia era bastante débil: una foto en la que algunos peloteros, y la mamá de Robert Pérez, aparecen con botellas ante ellos.  Nada que insinuara una bacanal.
La rumba que todos vimos fue la del triunfo por 6-0 sobre Puerto Rico, que incluyó grandslam de Víctor Martínez. Daba la impresión de que la ofensiva venezolana despertaba de su sopor. Y así llegó el duelo definitivo, trascendental, casi ontológico, contra República Dominicana. La fecha: 14 de marzo de 2006.
Un solo hit dio Venezuela esa noche. Cinco Bates de Plata para un sencillo, que además lo dio Vizquel, el que menos la chocaba. Freddy García cumplió al aceptar una carrera en cuatro actos. Solo que, en ese mismo lapso, a Daniel Cabrera no le dieron ni un inatrapable. Los swings criollos llegaban una semana tarde a la cita con las rectas de cien millas del abridor quisqueyano. La Vinotinto logró nivelar ante Francisco Liriano, pero los antillanos aprovecharon un pasbol de Ramón Hernández para desempatar. Tanto cuidarse de los cañones de La Española para que fuese un pasbol la diferencia.
Aún faltaban tres outs y el pitcher dominicano era Duaner Sánchez, nada del otro mundo. Venezuela tenía su último chance de cumplir.  Un error de Miguel Tejada ayudó a llenar las bases. Y venía Edgardo Alfonzo, el único que no se contagió con el virus del slump. Era el hombre para la circunstancia: frío, templado, bateador probado en fuego,  con contacto, con contundencia, con rigor en la zona de strike. Y con más de .300 en el Clásico. “Yo quería tomar ese turno”, me sentía bien para tomarlo”, contaría a posteriori el  infielder. Lanza Sánchez, Edgardo identifica el pitcheo. Es bueno, hay que hacer swing. Todo esto en fracciones de segundo. El bate encuentra la bola y esta se eleva hacia la noche de San Juan. Por segundos, que parecen horas, la pelota levita sobre el Hiram Bithorn, pero su trayectoria mata a Venezuela, porque al descender se posa mansa en el guante del jardinero derecho Juan Encarnación. Tercer out del juego, out 27 para las ilusiones de millones de venezolanos.  2-1 ganó Dominicana y eliminó a Venezuela. La deprimió, además. La mandó al diván. De nada sirvió que Sojo invocara rayos que desintegraran aquella esférica conectada por Alfonzo, o vientos huracanados que se le llevaran hasta el otro lado de la verja.  “Cuando salió el batazo supe que sería yo el último out de Venezuela en el Clásico Mundial de Beisbol”, declaró Alfonzo.
La Vinotinto se fue a pique en las ardientes aguas del Caribe. La Armada Invencible del trópico también tuvo al frente  un Francis Drake.  Si 666 es el número del Anticristo, .186 es el sello maldito del beisbol venezolano. Ese fue el promedio colectivo de un lineup repleto de astros de las mayores.  Venezuela bateó menos que Holanda, menos que Sudáfrica. .139 ligó el pabellón de ocho estrellas en la segunda ronda, donde falleció.  Las ínfulas de gloria se desinflaron y el país volvió a ser el mismo, con sus frustraciones, con su baja autoestima. Y una pregunta: ¿Habrá otra oportunidad?


viernes, 14 de diciembre de 2012

En el 45, el mundo fue Venezuela


Carlos Valmore Rodríguez  
En 1945, Venezuela repitió como asiento de una Serie Mundial de Beisbol Amateur con poco de  mundial y demasiado de amateur.
Con el prolongado aislacionismo estadounidense, y el desaire de Cuba, República Dominicana, México y Puerto Rico, Venezuela la llevaba robada, pero en serio. “Tenemos la seguridad de que nuestro team es muy superior”, escribió una obviedad el columnista Martín Fierro en las páginas de El Nacional. El primer torneo de la postguerra devolvía al país al nido Bolivariano y Centroamericano abandonado un lustro atrás. Otra vez Colombia, El Salvador, Costa Rica, materia vista y aprobada. Era como preguntarle a un ingeniero las tablas de multiplicar o a un filólogo cuándo acentuar las esdrújulas.
Los defensores del cetro, comandados de nuevo por José Antonio Casanova, contaban seis bicampeones del mundo: Héctor Benítez “Redondo”, Luis Romero Petit, Guillermo Vento, Enrique Fonseca, Ramón “Dumbo” Fernández y Julio Bracho. Otros seis ascendieron al trono por primera vez en Caracas 1944: Antonio Bríñez, Adolfredo González, Luis “El Mono” Zuloaga, Eduardo “Churupa” Pérez, Valentín Arévalo y Víctor García. Y entre los debutantes se hallaba el cachorro alfa de la pelota local: Alfonso Carrasquel. A estos leones le sirvieron de entrada un pichón como Costa Rica, desclasado de la sociedad beisbolera y que pagaba el noviciado en torneos de esta índole. En código fútbol, Brasil contras las islas Feroe. Los ticos fueron triturados 11-1 por las fieras mientras 15 mil almas bajaban el pulgar en el coso de San Agustín.
No todo sería solaz. Colombia forcejeó. Ya había planteado un diálogo entre iguales el año anterior y ahora exigió respeto en la derrota (3-0.) Los protagonistas resultaron Valentín Arévalo, con blanqueo, y Benítez “Redondo”, con doble productor de dos.
Tocó Panamá, que le arrugó el estreno a los locales en 1944 y  único entre los presentes capaz de echar una vaina. Casi la echó.  Luego de un episodio inicial de dos carreras, Venezuela fue forzada  a un silencio de claustro por el tirador canaleño Astor Cupidan, que colgó 14 ceros al hilo mientras su toletería le daba alcance a los criollos. No bastaron 9 entradas, tampoco 15, para quebrar la obstinada voluntad de lucha de los istmeños, que consiguieron un inaudito empate.  Conque la tabla de multiplicar, ¿no?  Bien, Venezuela se enredó con la del nueve.
Para el público resultaba inadmisible que los amos del planeta tuvieran que transpirar profusamente contra rivales de menor monta. En la prensa se hablaba de exceso de confianza. “Nunca tuvo Venezuela un cuadro con tantas figuras”, escribieron en El Nacional.
Nadie salvaría del tormento a El Salvador, que aún no pisaba el home luego de 20 entradas. En una hora y 35 minutos cesó un combate asimétrico (10-1). Aún así, Abelardo Raidi trinó contra el casero desde su tribuna en El Nacional. Denunció que el equipo tricolor “jugaba a lo que saliera”, “con un desgano inexplicable” y haciendo “payasadas en las bases”. “No está jugando a la altura de su poderío”,  condenó  el avezado cronista. Martín Fierro hizo su diagnóstico: “exceso de team”.
Pese a permanecer invicto, varios venablos impactaron la humanidad del timonel Casanova. Le cuestionaron haber sacado al pitcher Juan Tremaria en el quinto tramo, cuando tenía a El Salvador sin hits ni carreras. Lo señalaron por haber innovado con Alfonso Carrasquel en el short contra Panamá, en desmedro del veterano Adolfredo González. “Nos parece Carrasquel un gran prospecto, tal vez el mejor pino nuevo del equipo venezolano”, anotó Martín Fierro. “Pero en un partido de gran compromiso no era posible olvidar que Adolfredo González es un shortstop de veteranía… Si Casanova le sigue dando chance a los novatos, el campeonato corre el riesgo de irse en avión para Panamá”.  
Sea por presión de la opinión pública, o por genuino acto de contrición, Casanova reenganchó a González en el SS y se la jugó con el establishment por el resto del calendario: Romero Petit, Bríñez, Vento, Fernández, Finol, Benítez, González, Fonseca. Ellos despacharon a Nicaragua 3-0 en tiempo récord (1 hora y 17 minutos) con jonrón de Vento y blanqueo de Bracho, ambos de la vieja guardia del 41. Así terminó la ronda inicial del Mundial, en la cual los tiradores nativos consiguieron dos blanqueos y aceptaron cuatro anotaciones en igual cantidad de encuentros.
Un entremés degustó Venezuela en el inicio de la rueda final. 15-1 desguasó  a Costa Rica con una ráfaga de 22 hits. 12-0 desintegró a Colombia, con nueve arepas servidas por “El Mono” Zuloaga y tres fletes para “Dumbo” Fernández y Benítez “Redondo”. 8-4 sucumbió finalmente Panamá con tres remolcadas de Benítez que saldaron cuentas con Cupidan. “Venezuela ha logrado entrar, definitivamente, en forma”, opinó Abelardo Raidi. El bateo, que dejó hablar primero al pitcheo, tomó la palabra  en la hora buena y además tuvo la última.
El 15 de noviembre de 1945, mientras los  jerarcas del nacionalsocialismo respondían por sus crímenes en Nuremberg, Venezuela dictaba sentencia sumarial en la VIII Serie Mundial de Beisbol Amateur. A Nicaragua se la llevó una crecida de 13 carreras y 14 hits criollos. A falta de dos jornadas, el tricampeonato era tendencia irreversible. El trofeo se quedaba en Caracas. Nuevamente fue “Redondo” el principal gestor, con tres producidas. “El Mono” Zuloaga no solo ganó el partido, sino que mandó a tres para el hogar.
Los criollos se derraparon en el festejo al día siguiente, con una grotesca paliza de 31-1 a los salvadoreños. “Todavía estará cansada esa gente, de tanto que corrió”, bromea el general José Antero Núñez, autor de  libros sobre las coronaciones de 1941, 1944 y 1945.
Esta inhumana tunda fue récord del orbe y sobrevive como marca para selecciones nacionales mundialistas de beisbol. Como supondrán, Benítez tuvo otra fecha redonda, de seis remolcadas. Con triunfo 4-3 ante Panamá, Venezuela se despidió invicta del mundial centroamericano y del Caribe.
Las estadísticas finales debelaron la magnitud del desequilibrio en este torneo. Venezuela hizo 112 carreras en once partidos (10.1 por juego) y recibió solamente 22 (2 por encuentro). Durante la segunda parte, cuando Venezuela alcanzó su velocidad de crucero, la disparidad se hizo aún más escandalosa: en los últimos seis compromisos, la flota nacional pisó el pentágono 83 veces, a razón de 13,8 por lance.
La selección tuvo al Más Valioso del certamen (Benítez Redondo), que además fue campeón bate (.526), principal impulsor (16),  mayor anotador (16) y mejor jardinero. Antonio Bríñez ganó el premio al mejor inicialista luego de promediar para .444. “Dumbo” Fernández ligó para .456, Adolfredo González para .382 y Enrique Fonseca, que nunca bateaba, se bajó con .395 de average. Luis Romero Petit encabezó a los robadores, con 9. “El Mono” Zuloaga se alzó como el pitcher de mayor dominio (4-0). Dalmiro Finol resultó el infielder más destacado.
El mundial se redujo a Venezuela y cinco presas. “La no concurrencia de Cuba, México y Santo Domingo preparó los ánimos para una Serie Mundial floja, incolora”, puso las cosas en perspectiva Federico Pacheco Soublette, reportero para la época.  El general Antero Núñez precisa que los conflictos surgidos con mexicanos, dominicanos y cubanos en Caracas 1944 causaron el boicot del 45. Con los quisqueyanos el pique se remonta más lejos, a 1942, cuando los de La Española llegaron a negarse a jugar con sus pares suramericanos. En 1944 hubo un incidente en el cual salió herido un jugador dominicano tras liarse a golpes con un empleado del hotel caraqueño donde se alojaba.
Aún así, el mánager Casanova se envanecía por el campeonato conseguido en 1945. “Con este triunfo, Venezuela tenía en su haber tres Series Mundiales”, se transcriben sus palabras en el libro “José Antonio Casanova”, de José Antero Núñez. “Yo había contribuido en una como jugador y en dos como mánager, y es claro que me sentía orgulloso de ayudar a poner en alto el tricolor nacional”.  Vaya usted a saber si para Casanova sería motivo de alborozo o de congoja que, después de ellos, la nada. Han pasado 67 años y el país no ha vuelto a copar la arena internacional en el deporte que le duele más hondo.  ¿Será el Clásico Mundial de 2013 el cierre de tan largo paréntesis?
Box score del juego que le dio el título a Venezuela
Venezuela AB C H O A E
L. Romero 3B 5 2 0 1 2 0
A. Bríñez 1B 4 2 2 7 0 1
G. Vento LF 2 0 0 0 0 0
R. Fernández RF 4 2 1 0 0 0
H. Benítez CF 3 1 2 2 0 0
D. Finol 2B 3 0 1 3 4 0
A. González SS 5 2 2 2 4 2
E. Fonseca C 5 1 1 6 1 1
J. Bracho P 0 0 0 0 0 0
L. Zuloaga P 4 1 2 0 1 0
V. Osorio LF 3 1 2 3 0 0
G. Cedeño 2B-1B 2 1 1 2 0 0
V. Arévalo CF 2 0 0 1 0 0
B. Fuenmayor P 0 0 0 0 0 0
E. Pérez 2B 0 0 0 0 0 0
Totales 42 13 14 27 13 14

Nicaragua AB C H O A E
C. Newell LF 6 3 1 1 0 2
F. Green CF 6 2 2 5 0 0
J. Valecillo 2B-C 4 1 2 3 4 0
J. Cayasso 1B 3 0 0 9 0 0
J. Robinson RF 3 1 2 3 0 1
J. Williams 3B 3 1 1 2 1 1
F. Fletes SS 4 1 2 1 5 1
J. Sandoval C 2 0 1 0 0 1
F. Lara P 1 0 0 0 0 0
E. Mendoza P 0 0 0 0 0 0
A. Solórzano P 0 0 0 0 0 0
P. Sandoval P 0 0 0 0 0 0
A. Fonseca P 2 0 0 0 1 0
J. Hernández C 2 0 0 1 0 0
C. Navas 2B 1 0 0 2 1 0
A. Miranda (1) 1 0 0 0 0 0
Totales 39 9 11 27 12 6
Bateó por Navas en el 9º inning
Anotación por entradas
Venezuela 020 503 120 -13
Nicaragua 010 014 030 -9
Sumario: two base hits: H. Benítez, E. Fonseca, F. Fletes.
Hits a los pitchers: A J. Bracho 3 en 1 y 1/3 innings; a L. Zuloaga 8 en 6, a B. Fuenmayor 0 en 1 y 2/3, a F. Lara 7 en 3 y 2/3, a E. Mendoza 0 en 0, a A. Solórzano 0 en 0, a P. Sandoval 0 en 0, a A. Fonseca 4 en 3 y 1/3, a J. Valecillo 3 en 2.
Struck outs: L. Zuloaga 5, B. Fuenmayor 1,  J. Valecillo 1.
Bases por bolas: J. Bracho 1, L. Zuloaga 7, F. Lara 1, E. Mendoza 3, P. Sandoval 2, A. Fonseca 1, J. Valecillo 1
Doubleplays: J. Williams a J. Valecillo;  A. González a D. Finol.
Bases robadas: S. Cayasso, L. Romero 2, A. González.
Carreras limpias: A. J. Bracho 1, a L. Zuloaga 3, a B. Fuenmayor 0, a F. Lara 5, a E. Mendoza 2, a A. Solórzano 0, a F. Sandoval 0, a A. Fonseca 2, a J. Valecillo 2
Empujadores: V. Osorio, R. Fernández, H. Benítez 3, G. Cedeño, D. Finol 2, D. Fonseca, L. Zuloaga 3, E. Green, J. Valecillo, S. Cayasso, J. Williams 2, J. Sandoval
Passed ball: J. Hernández
Pitcher ganador: L. Zuloaga
Pîtcher derrotado: F. Lara
Tiempo de  juego: 2 horas y 30 minutos
Umpires: señores Winne, Scannon y Kafka.
Anotador oficial: Alberto Hidalgo
Caracas, 15 de noviembre de 1945   
El Dato
En la paliza de 31-1 a El Salvador, Venezuela sonó 22 hits y El Salvador cometió 12 errores
El Dato: el último día del torneo, Casanova quiso volver a poner a Alfonso Carrasquel, pero el muchacho de 17 años de edad se negó a hacerlo. Le quitaron el uniforme