martes, 2 de diciembre de 2014

El manager del futuro

Carlos Valmore Rodríguez
A sus tiernos 21 años de edad, Omar López ya era ex pelotero. Cuando la carrera de sus compañeros de generación estaba comenzando, la suya tocaba fin.  El diagnóstico de López sobre su propio caso trae incluida una confesión: “no trabajé lo suficiente ni le dediqué el tiempo necesario. Cuando quise dedicarme, ya era tarde”. Y también un propósito de enmienda: como técnico, pocos se esfuerzan como él.
Su personalidad empeñosa ha favorecido su triunfo como mánager en Estados Unidos y propiciado un venturoso inicio de temporada como piloto debutante en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. En su estreno, López dirige al club más ganador de la contienda (Caribes de Anzoátegui) y se le entregó la conducción del bando de astros del mañana en el Juego de Estrellas. Los adjetivos inteligente y trabajador aparecen en todos los testimonios sobre este valenciano ambicioso que se propuso ser mánager en Venezuela antes de cumplir los 40 años y lo es a los 37. Es menor que Tomás Pérez, uno de sus dirigidos. Es casi contemporáneo con algunas de las figuras de su equipo, como Oscar Salazar. Pero sabe hacerse respetar. “No tengo que ser un dictador para impartir disciplina”, subraya López, cuya santísima trinidad beisbolera la conforman Alfredo Pedrique, Pablo Torrealba y Andrés Reiner. Pedrique es su druida particular, el hombre junto al cual dio sus primeros pasos como coach en Venezuela, apenas entrado en la treintena y con la casaca de los Navegantes del Magallanes. De él heredó el puesto de mánager de Caribes de Anzoátegui y muchos de los conocimientos que pone en práctica. “Es un tipo inteligente, organizado y que se hace respetar”, piensa Pedrique sobre su pupilo y sucesor. “Conoce el juego, tiene conocimiento de todas las áreas, es muy responsable y se comunica bien con los peloteros. Tiene la facilidad para comprenderlos, para saber cuándo llamar la atención, cuándo corregir, cuándo felicitar”. 
El mirandino Ernesto Genovés, quien jugó tres años para él en las categorías inferiores de los Astros de Houston, ofrece una visión sobre López que coincide con la de Pedrique. “Cuando él ve que alguien necesita ser aconsejado se acerca a esa persona. Se maneja bien con la gente. Y ha ido mejorando con los años. Al principio creo que sobredirigía un poco, pero cuando lo tuve de conductor en clase A media dejaba jugar más. Como mánager es bastante latino: le gusta el bateo y corrido, ganar la base extra. Claro, dependiendo de la situación. Por eso sus resultados han ido mejorando”. Ha progresado al punto de ser mánager campeón en Estados Unidos y piloto del equipo de los astros emergentes en el próximo Juego de Estrellas de la pelota venezolana.
Obra a su favor el hecho de conocer casi todas las áreas de la disciplina a tan corta edad. López ha jugado, ha dirigido, ha scouteado, ha coordinado. Polifacético, ha desarrollado una visión integral del beisbol que aplica en la toma de decisiones. “Todo lo que quiere una organización de un técnico, él lo tiene. Sabe convencer, le llega a los peloteros, es un clavo enseñando, puede ser instructor de bateo y de fildeo y se dedica al 100%”, asegura Rafael Cariel, formador de jugadores de los Navegantes del Magallanes y quien conoce a López desde que el timonel de los Caribes jugaba con la nave en la paralela.  
La vida de López como técnico tiene partida de nacimiento: 22 de mayo de 1998, la misma fecha en la cual sus sueños de pelotero recibieron los santos óleos. Ese día los Cascabeles de Arizona, que lo tomaron de los Medias Blancas de Chicago en draft de regla 5 de ligas menores, lo dejaron libre. Contaba 21 años de edad y apenas iba por clase A media. Su representante le dijo que se quedara en Estados Unidos a la espera de una posible oferta de alguna liga independiente. Él optó por regresarse a Venezuela y tocar la puerta de Andrés Reiner, quien coordinaba la academia de los Astros de Houston en Guacara, estado Carabobo. “Me levanté un día y decidí preguntarle a Reiner. Yo iba a hacer lo que él me dijera”, recuerda López, quien por entonces seguía en la paralela con el Magallanes, que mantenía una alianza de trabajo con los siderales. De ahí la confianza con Reiner, quien quiso firmarlo para los Astros cuando lo vio jugar tercera base en La Isabelica con Pumas, un equipo de beisbol menor. “Por varios meses lo visité en su casa y hable con él y su padre, que tenía interés por firmarlo para la Organización de los Astros de Houston”, contó Reiner a través de un correo electrónico. “Ellos oyeron, pero no parecían muy interesados, aunque yo seguí visitándolos varias veces. Se decidieron a firmar con los Medias Blancas de Chicago, a pesar de que les dije que no les convenía. Cuál sería mi sorpresa cuando se presentó en nuestra academia en Venoco una mañana y me dijo que el quería seguir en el beisbol como técnico y que si yo lo podía ayudar”.
“Le dije que sí con una condición”, prosiguió Reiner. “Que tenía que venir siendo simplemente un invitado, pero trabajando como los que tenían contrato, con diligencia, puntualidad y disciplina. Le dije que se podía quedar en esas condiciones el tiempo necesario para desarrollarse como un futuro técnico”.
López solo pidió cinco minutos para pensarlo. Fueron 300 segundos para tomar una gran decisión: renunciar definitivamente a su ilusión de beisbolista, que fue creciendo  a lo largo de varios años en Criollitos de Venezuela. El joven estaba resuelto: seguiría en el beisbol, pero afuera de las rayas de cal. Por seis meses trabajó de sol a sol para los Astros sin remuneración alguna. “Yo vi capacidad y deseo durante ese tiempo y como la academia estaba en crecimiento creí oportuno ofrecerle un contrato para que trabajara con nosotros”, describió Reiner.  Yo tenía poder de decisión al respecto y solo debía avisar que teníamos un técnico nuevo y notificar su  sueldo”. Con López, Reiner hizo una excepción, pues no tenía por política usar visas de trabajo para peloteros cesantes. El gurú de origen húngaro disponía de motivos para darle trato preferencial al joven valenciano. “Siempre fue un gran trabajador y dedicado. Tenía desde el principio una facilidad para evaluar a los jugadores en el trabajo de infield. Ese era su punto fuerte al inicio, pero claro, con el tiempo se fue aplicando en todas las fases del juego. Al principio era un poco "fosforito" en cuanto a paciencia, pero supongo que con los años eso se fue corrigiendo”.  
Así comenzó la etapa de técnico de Omar López, que él espera termine en las Grandes Ligas. Quedaba atrás una fugaz vivencia como jugador, en la que siempre mostró destrezas defensivas, pero poco poder. “Tenía un bate de cartón”, recuerda Gregorio Machado, a la sazón coach del Magallanes y scout de los Mets de Nueva York. “La verdad es que era más malo que la palabra”, se carcajea Rafael Cariel. En su descargo, López declara que, al menos, mostraba buen contacto. Pero cuando empezó a estudiar el arte del scouteo se dio cuenta de que Arizona le hizo un favor ese 22 de mayo del 98, que hasta entonces había considerado uno de los días más ingratos de su corta vida. “Años después, cuando fui a aprender scouteo en República Dominicana, me di cuenta de muchas cosas, entre ellas que, como pelotero, llegué hasta donde podía llegar”.
López aterrizó en el beisbol por pura convicción. Hijo de un empleado de la General Electric y de una contadora pública, no había pelota en sus cromosomas, pero sí en su espíritu. “Como jugador era fuerte de carácter”, expresa Pablo Torrealba, ex grandeliga y quien considera a López uno más de su familia, pues es gran amigo de su hijo Steve, quien también llegó a las mayores. “Era el tipo de pelotero que peleaba por el juego, al que le dolía demasiado perder. Se frustraba, tiraba el casco, los bates. Pero al ser un hombre casado, con dos niños, tenía que fundamentarse y adaptarse a nosotros. Trabajaba de seis a seis, se mostró como un muchacho trabajador, preparado. Por eso el señor Reiner abogó por él y pidió un cupo más, a pesar de que era difícil, porque los cupos de visas estaban completos”.  
López comenzó como scout-instructor y los Astros lo involucraron en sus discusiones en la academia de Venoco. Fue director de operaciones administrativas de Houston en la Venezuelan Summer League, instructor de infield en liga de novatos en Estados Unidos, mánager en Rookie League y en clase A media y ahora conduce a Caribes hacia una temprana clasificación que podría darle votos para el Mánager del Año. “Fue lo que puso Dios en mi destino”, piensa López, que espera conquistar, como técnico, lo que le quedó grande como jugador: las elevadas cumbres de Major League Baseball. “Si le puedo dar un consejo es que no se rodee de gente por la comodidad de conocerlos, sino por la capacidad de trabajo”, le recomienda Reiner. “El beisbol ha evolucionado mucho en los últimos 15 años, así que necesitará gente que esté al día. El pasado es historia y con eso no se trabaja”.  

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