sábado, 30 de junio de 2012

Parias abnegados


Parias abnegados
Carlos Valmore Rodríguez
Cada 27 de junio, una cáfila de bienintencionados nos infla el ego con salutaciones y enhorabuenas por el Día del Periodista. En esa cascada de alabanzas y felicitaciones nos sumergimos con gusto, valga la confesión. Sigan así, nos dicen, cumpliendo con abnegación, mística y profesionalismo el sagrado deber de informar. Nos recuerdan la nobleza de nuestro oficio, nos suben a un pedestal. “Guardianes de la verdad”, nos declaran, y  sentimos como si la Reina Isabel nos invistiera como caballeros. Es que somos “el cuarto poder”. Uno se lo cree hasta que sale a la calle a hacer eso que nos aplauden; y en cuanto pisas un callo pasas de guardián de la verdad a palangrista, de ínclito héroe civil a estorbo, de abnegado profesional a chismoso, de paladín de la libertad y pilar de la democracia a vulgar amarillista. Le pasa a los colegas que cubren la fuente política y económica, pero también a los cronistas deportivos. Después de todo, la tarea es la misma: contar hechos, que con frecuencia deja mal parados a quienes ejercen el poder en cualquiera de sus formas y escalas. Para nosotros, el deporte no es cosa de juego.
Creo hablar en nombre de los reporteros del beisbol cuando afirmo que la cobertura se hace más difícil con cada año que pasa. Temporada tras temporada,  peloteros y gerentes (no todos)  disimulan menos su desagrado con nuestra presencia y nos dejan ver más claramente que para ellos somos un estorbo. Ejemplos sobran. La Convención Anual de la LVBP ahora se hace fuera del país para que los jerarcas del circuito puedan deliberar sin periodistas husmeando por los pasillos. No es una suposición. Algunos de ellos lo han reconocido “off the record”. Ahí pecamos también los medios, que por ahorrarse unos dólares y un boleto de avión a Aruba no les llegamos allá. Es curioso que se maneje una reunión para tratar asuntos deportivos como si se tratara del Proyecto Manhattan. Pero así funciona la cosa ahora. Lo de los Leones del Caracas es capítulo aparte. Cuando yo comencé a ir a juegos de los melenudos  podía pasearme por el dugout del equipo sin problemas. Ahora es campo minado. Hace siete, ocho años, cuando el Caracas comenzaba su precampaña, se podía entrevistar a un pelotero durante un alto en sus ejercicios. Luego se nos dijo que no, que solo tendríamos acceso a ellos después de la faena para que los atletas se concentraran en lo suyo. Ok, pudiera ser razonable, pensamos. Posteriormente nos sacaron del terreno y nos mandaron a la tribuna para ver la práctica desde las tribunas. Espero que en la próxima temporada no tengamos que ver los entrenamientos de los capitalinos con unos prismáticos desde la Torre La Previsora. Cuando los metropolitanos se coronaron en la contienda 2010-2011 a los diarios se les negó autorización para  cubrir la celebración, a la que sí recibieron puerta franca el circuito radial de la divisa y las televisoras. Pareciera que la prensa escrita es vista como paria por algunos, como una suerte de epidemia que  debe ser contenida.  Eso a pesar de que su presidente, Luis Ávila, siempre está dispuesto a conversar con los fablistanes siempre de manera respetuosa y cordial.
Pero no solo Caracas hace saber que no somos bienvenidos a la fiesta del beisbol. Magallanes hace lo propio. El año pasado un miembro de su equipo de seguridad (desdeñando la política oficial de la organización) agredió a un fotógrafo de Meridiano (y dañó su cámara) porque cometió el delito de tomar unas gráficas. La cueva turca también se convirtió en “territorio liberado” de “cuchilleros”.   Lo más inquietante es que Caracas y Magallanes son las instituciones más poderosas de la pelota nacional, las que mejor deberían entender que un espectáculo de masas como la LVBP requiere de la cobertura de la mayor cantidad de medios de difusión posibles. Al menos en la nave hay jerarcas que mantienen una posición “aperturista” con el tabú del clubhouse. Antes de comenzar la edición 2010-2011 un miembro del gabinete turco, a quien le planteé esta inquietud, se mostró dispuesto a estudiar la apertura a los camarotes de la galera. “Nosotros hemos evaluado esa posibilidad”, comentó.  Ojalá no haya cambiado de opinión.   
La Liga ha avanzado mucho en diferentes campos de unos años para acá. Se ha hecho más profesional, mejor espectáculo. Pero le falta dar el salto en materia de relaciones con los medios de comunicación. Mucho se puede aprender de las principales ligas profesionales de Estados Unidos, MLB entre ellas. No se trata de que los periodistas tengan derecho a importunar a los atletas mientras hacen su trabajo, sino de que cada cual pueda cumplir con su labor. ¿No quieren que los reporteros “molesten” a los jugadores mientras practican? Perfecto, entonces abran los clubhouses, como se hace en las mayores. Que haya paso al camerino hasta media hora antes del partido e inmediatamente después de este. En una ocasión le escuché a un dirigente de equipo que eso de permitir el ingreso de la prensa a los clubhouses era inviable aquí por un tema de espacio, pues sencillamente no cabríamos peloteros y reporteros. Para eso hay solución: dar un acceso restringido por día a través de un pase especial, adicional a la credencial que expide el equipo. Así es en el circo máximo cuando hay excesiva demanda de acceso.
En otra oportunidad oí a un directivo argumentar que no podía permitir que entrara un periodista a vender mercaderías en el refugio de los beisbolistas. Ahí la solución es más sencilla aún: revocatoria inmediata de la credencial. Los clubes ejercen la potestad de aprobar carnets a los periodistas. Si sospechan del profesionalismo de algunos (¿o es que todos matamos tigres ‘turqueando’ en el estadio?)  pueden reservarse el derecho de admisión. El asunto es que ahí hay un doble discurso. Recuerdo claramente el día que Omar Vizquel se retiró del beisbol venezolano. Fue en el Universitario y el Caracas era homeclub. El terreno se llenó de asomados, que estoy seguro no eran profesionales de la comunicación, sino fanáticos con credencial. ¿Y quién se las dio? Leones. Incluso le mostré a un miembro del personal de seguridad cómo una persona con acreditación de prensa, a quien jamás vi en el palco, le estaba pidiendo un autógrafo a Vizquel, lo cual está terminantemente prohibido, so pena de cancelación del documento y expulsión del infractor. No le hicieron nada. Pero a uno sí lo empujan y lo maltratan en el cumplimiento del deber. 
¿Cuál es la razón de fondo para mantener los clubhouses cerrados a cal y canto? El temor a la reacción de los peloteros, que son los que reglamentan la cobertura de los medios.  Para ellos, su clubhouse de la LVBP es una zona de distensión, una cuna con mosquitero para guarecerse de las “picaduras” de la prensa sin pagar la cuota de impopularidad por negarse, cara a cara, a dar una entrevista. Ese status quo es perfecto para ellos, porque ni siquiera en Grandes Ligas pueden librarse del escrutinio del “cuarto poder”. Ellos se meten allá y listo, quedan fuera del alcance de la opinión pública. Repito, no son todos, pero es una actitud bastante extendida en ese gremio. Los equipos deben ponerse por encima de eso. Como siempre repite Luis Ávila: nadie está por encima de la institución.  Si en MLB hubieran sucumbido ante la resistencia de los peloteros al ingreso de mujeres periodistas al  vestuario, grandes talentos como Amy Nelson no podrían deleitarnos con sus notas. MLB dejó claro quién mandaba. La LVBP debe hacer otro tanto, por más que tenga menos poder. 
Ojo, no se trata de exigir libertinaje ni de reclamar alfombra roja. No. El que se mete a periodista debe saber que el papel de intruso viene incluido en el paquete.  Solo invoco el derecho a la información consagrado en la Constitución de la República y en los tratados internacionales. Así uno sea persona non grata es nuestra obligación contar la noticia. Así lo seguiremos haciendo, con “abnegación  mística y profesionalismo”, como dicen los avisos de felicitación del Día del Periodista.  
PD
Disculpen esta nota tipo Calimero. Tengo por norma no escribir sobre nuestro oficio porque estoy convencido de que a la gente le importa un pepino cómo  hacemos el trabajo y de qué manera llegamos a la noticia, sino la noticia en sí. Detesto el pontificado sobre periodismo fuera de las aulas. Que conste que solo lo hago con el salvoconducto que da el Día del Periodista, el único en el que somos nosotros los protagonistas. Pero al final este problema sí le concierne a ud, lector. Porque toda restricción a nuestro trabajo es una sustracción que se le hace a la calidad de la información que lee. Cuando discriminan a la prensa escrita se menosprecia también a sus lectores, que se cuentan por miles.
No me hago ilusiones de que estas líneas tengan algún efecto positivo. Me conformo con que al menos sirva para que no desmejoren todavía más nuestras condiciones de trabajo.






  

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