miércoles, 20 de junio de 2012


13 años tarde
Carlos Valmore Rodríguez
La cadena de esta noche debió ocurrir en mayo de 1999, jamás en junio de 2012. La misión  a  Toda Vida Venezuela llega 13 años y miles de muertos tarde.
Luego de casi tres lustros en el poder, el Presidente de la República hace un diagnóstico (¿??) sobre el problema de la inseguridad en Venezuela.  ¿Diagnóstico? ¿Ahora? ¿Terminando su segundo sexenio?  Y lo peor de todo es que, por hallarse poco convencido de la magnitud de la tragedia, lo hizo como a regañadientes. “En América Latina, Venezuela es el país donde hay una mayor diferencia entre los índices reales de inseguridad y la percepción sobre el problema”, le dijo a la Nación.  Moraleja: el problema no es tan grande, solo que los medios lo magnifican. Y para que dejen la ladilla, ahí va la Misión Toda Vida Venezuela.
Esta administración ha escurrido el bulto ante la hiedra de mil cabezas  que es la delincuencia desatada. Chávez, que habla de todo, hasta de la vida en Marte,  nunca quiso tomar ese toro por los cuernos, ni siquiera retóricamente.  Sobre la inseguridad, mutis por el foro. Algo que jamás entenderé. La lucha contra los malandros no solo es necesaria, también es popular.  Los pobres de nuestro país están en la línea de fuego, en la primera línea, de hecho. Ellos ponen la mayoría de los muertos en esta especie de guerra civil soterrada, de baja intensidad, que hay aquí desde hace varios años (el problema no comenzó con Chávez, valga la acotación. Vayan a la hemeroteca y lo comprobarán).  Hasta demagogia se puede hacer con la cuestión. El Presidente sería incluso más popular de lo que ya es si apareciera un día y le dijera a los hampones: “señores, ahora se las verán con Chávez”.  Si tronara contra ellos con el mismo volumen y virulencia que usa para descalificar a sus oponentes subiría puntos en las encuestas.  Pero no, les ofrece computadoras, como lo hizo hace ya algún tiempo.  
El drama de Chávez es que está entrampado en prejuicios ideológicos totalmente desenfocados. Él parece creer que combatir a los antisociales es de derecha,  que es el esquema del puntofijismo, del dispare primero y averigüe después de Rómulo Betancourt. No, Presidente, nadie en su sano juicio está pidiendo escuadrones de la muerte, ni las aborrecibles e inútiles “razzias” que hacía la policía en los cinturones de miseria de las ciudades grandes  (por cierto, a Didalco Bolívar, a quien Chávez readmitió en su seno cual hijo pródigo, lo acusan de haber alcahuetado centenares de ejecuciones efectuadas por la policía de Aragua). De más está decir que esas ejecuciones son extrajudiciales, porque todas lo son en Venezuela por mandato expreso de la Constitución Bolivariana.
Los organismos de seguridad tienen que encarar a los delincuentes. No olvide, Presidente, que el Estado tiene el monopolio del uso legítimo de la fuerza. Reprimir, por cierto, no incluye ejecuciones, ni torturas, ni redadas abusivas. Reprimir, en democracia, es detectar, perseguir y encarcelar a los delincuentes. Y si alguno de ellos hace armas contra los funcionarios, o pone en peligro la vida de otro ciudadano, pues no queda más remedio que el empleo de la fuerza letal.  Eso no es de izquierda, ni de derecha, es solo el ejercicio de la autoridad. Ud, Presidente, lo explicó con meridiana claridad esta noche:  “Un gobierno tiene que ser muy firme, respetando los derechos humanos”.  Ni más ni menos. El jefe del Estado suele amenazar con mandarle los tanques a quien se alebreste (lo recordó hoy). Eso sí que es uso desproporcionado de la fuerza.  
Chávez ha buscado aprobar, “fast track”, leyes que requiere para su proyecto político. Pero la Policía Nacional, mandato constitucional desde 1999, vio la luz en 2008, tras casi una década en mora.  A la Comisión Nacional para la Reforma Policial, Conarepol (loable esfuerzo impulsado por este Gobierno) no le pararon ni un microcurie. El Dibise (Dispositivo Bicentenario de Seguridad) aparece como una medida espasmódica. Uno lo ve desplegado parando carros en alcabalas móviles mientras suena el plomo parejo en los sectores populares. Le sugiero algo, señor Presidente, para que le sirva de estímulo: imagine que los malandros son escuálidos.  Verá que se inspira y le pone al turno.  

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