jueves, 17 de enero de 2013

Qué le pasa a los gringos


Carlos Valmore Rodríguez

El Clásico me ha gustado. Me ha parecido un evento digno de ver para un aficionado al beisbol, no solo por las estrellas presentes, no solo porque pelean por sus respectivos países, sino porque lo hacen con brillantez, intensidad y pasión. He visto varias jugadas arriesgadas en las que evidentemente se dejó de lado el temor a lesionarse y se privilegió el deseo de triunfar. Los peloteros se han visto motivados por el Clásico: entre los perdedores he percibido genuina frustración y entre los ganadores, verdadera euforia. El CMB recupera las raíces lúdicas del deporte, esas ansias de salir al campo a ganar por ganar, sin lucro de por medio (por eso Manny Ramírez nunca estuvo ni estará aquí). Ahí, el Clásico está ganando la batalla. Me parece que la está perdiendo en las tribunas.
¿Dónde están los fanáticos gringos? ¿Por qué no están llenando los parques? Chico, ¿No es un tremendo espectáculo ver juntos a Derek Jeter y a David Wright? ¿Mirar a Dustin Pedroia y a Kevin Youkilis bregando por Estados Unidos y no por Boston?  Un aficionado a la pelota debería querer pagar para ver a un elenco en el que están Miguel Cabrera, Magglio Ordóñez, Bob Abreu, Carlos Guillén y Francisco Rodríguez. Pero no lo están haciendo. A Miami la animaron los venezolanos y los boricuas. Si no, aquello hubiera sido un camposanto. Eso me preocupa. Yo pensaba que en la segunda ronda los norteños se iban a interesar más, pero nada que ver. Y si para colmo, partidos como el Estados Unidos-Puerto Rico no fueron transmitidos en televisión nacional, estamos todavía más jodidos. Yo no sé qué se puede hacer para llamar a la gente. Estos peloteros deberían vender el torneo. Cierto, no están todos los que son, faltan muchos, y eso es un demérito importante que conspira contra el rating, pero si la afición del norte no fue a ver a Jake Peavy, a  Jeter, a Chipper Jones, a Carlos Delgado, etcétera, no estoy seguro de que se hubieran animado a mirar a Ryan Howard, a CC Sabathia, a Mark Teixeira, a Johan Santana, a Mariano Rivera. Claro que el porvenir del certamen depende en buena parte de que esos ausentes digan presente, pero en la medida en que el torneo no se proyecte al gran público de la Unión Americana va a tener graves problemas de viabilidad. El Clásico podrá estar reventando las ratings en Venezuela, en Japón y en Corea, pero si en el gran mercado no lo compran, Houston, tenemos un problema. Y serio. Algo tiene que estar mal cuando en Toronto, mientras andaba el Clásico, había periódicos que le daban la media página de arriba al hockey sobre hielo y la de abajo al curling, acaso el deporte más absurdo y soso que pudo haber inventado el hombre desde que pintó las cuevas de Altamira. Me perdonan el etnocentrismo (seguramente en Canadá deliran con el curling, y entre gustos y colores…), pero eso no puede ser más importante que el Clásico. O a lo mejor para los lectores de esos medios sí lo es, y contra eso es poco lo que se puede hacer. El primer Clásico dio ganancias, hubo rating. Me inquieta cómo vayan los del segundo. Capaz y hay millones de gringos viendo los partidos en el sofá de su sala acariciando al perro y con una Budweiser sobre la panza, pero no es esa la sensación que tengo. Ojalá haya 2013 no como último chance, sino como plataforma de lanzamiento hacia una era dorada, en la que el Clásico reine sobre los aficionados del Tío Sam.                  

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