Carlos Valmore Rodríguez
Esta es la entrega final de una serie de tres columnas sobre
los premios a los mejores de la temporada. La primera estuvo dedicada a razonar
el voto por el Novato y el Regreso del Año. A juicio de este cronista, el mejor
novicio es Salvador Pérez porque sus números fueron categóricamente superiores a
los de Oswaldo Arcia y porque, independientemente de su condición de grandeliga
titular, califica como recluta según la normativa vigente. El campeón del
retorno es José Castillo, quien vino de muy abajo las dos últimas campañas y en
esta llegó más arriba que los demás aspirantes: Frank Díaz y Gustavo
Chacín. No solo voté por Pérez y
Castillo, sino que creo que se alzarán con la victoria.
Punto único de la segunda sesión: el Más Valioso, la máxima
condecoración que entrega la LVBP. Había varios candidatos, pero los tres con
más méritos eran Gorkys Hernández, Luis Jiménez y Ernesto Mejía. El pronunciamiento
a favor de Hernández halló múltiples argumentos: fue campeón bate con un alto
promedio de .372, quedó líder anotador y comandó la columna de hits con 84
cohetes, la cantidad más elevada en la liga en casi dos decenios. El grandeliga
de los Marlins de Miami se ubicó entre los diez primeros en una docena de
departamentos, entre ellos dos que le dieron certificado de toletero completo
como el que más: las carreras creadas y el OPS. En carreras creadas (rubro que
pesa la totalidad de la contribución individual de un artillero a su causa)
sobró por estrecho margen a Mejía y le ganó con cierta holgura a Jiménez. En
OPS bañó a Mejía, aunque Jiménez lo superó. Solo que al incorporar el aporte en
las bases y al campo, Hernández le sacó clara ventaja a sus oponentes, no solo
por cubrir una de las tres posiciones más exigentes del juego (el jardín
central), sino porque lo hizo con excelsitud, mientras que la colaboración
defensiva de Mejía y Jiménez desde la inicial fue mucho más modesta, hasta por
definición. Y no hemos
contabilizado la velocidad en las bases, donde ni Jiménez ni Mejía pueden
competir con el patrullero de Caribes. Del mismo modo, creo (y su mánager
también) que Gorkys fue el pelotero más determinante en el éxito de Anzoátegui,
un club al que le faltó bateo y lo encontró en Hernández desde la fecha
inaugural de la eliminatoria hasta su clausura. El sucrense generó movimiento
en las bases (anotó 48 carreras) y empujó más de 20, mientras evitaba varias
rayitas en contra con sus engarces, su alcance y sus tiros a las bases. El segundo lugar en la planilla
correspondió a Jiménez, el único que podía competir con Hernández como paleador
integral, al encabezar el apartado de OBP y OPS y remolcar 40 carreras en solo
48 juegos, pues se perdió más de una semana de batalla a causa de una lesión de
la cual se recuperó justo a tiempo para acaudillar, codo a codo con Luis
Valbuena, el regreso de Cardenales de Lara a la postemporada. En tercera
posición quedó Mejía, quien ciertamente no bateó .300 ni tuvo OBP de .400 ni
OPS de .900; mas es imposible despreciar que fue colíder en vuelacercas y
producidas y número uno en extrabases y bases alcanzadas con todo y el lastre
de jugar en el Luis Aparicio El Grande, osario de sluggers. Es más, por esos
lideratos, me da la impresión de que se alzará con el coroto por segunda
ocasión en su corta carrera.
Pitcher del Año: Dwayne Pollock (Zulia)
Debo admitir que su candidatura no me convencía, porque a
Pollock lo batearon y a un buen pitcher no deben batearle. Fue líder en hits y
dobles recibidos, tuvo la tercera peor relación de hits permitidos por cada
nueve entradas lanzadas y los oponentes le conectaron para un astronómico .284.
Como para mí la efectividad es el mejor termómetro para analizar a un lanzador
(el fin último del monticulista es que no le anoten carreras) inmediatamente
busqué esa hilera y ahí, en el tope, estaba el también aguilucho Wilfredo
Boscán con un soberbio 1.80. De
paso, los contrarios apenas le ligaron para .228, finalizó con una de las
mejores relaciones de boletos por cada nueve tramos y una de las más altas
tasas de ponches por cada nueve episodios. Su WHIP fue el segundo más bajo
entre los tiradores con al menos 50 mangas recorridas. Listo, tenía candidato.
Hasta que me fijé en los innings lanzados y tuve que buscar otro.
Boscán tiró 55 entradas, 17 menos que Pollock, quien
acaudilló la estadística. Eso equivale como a tres aperturas menos. Consideré
que la muestra era demasiado pequeña como para darle el Pitcher del Año en base
a la efectividad porque, a menos innings, menos exposición al castigo. Hay mil
veces más posibilidades de tener EFE de 1.00 en nueve vueltas que en 60,
¿cierto? Mientras más trabajas,
más peligro corres de ser emboscado. Hace unos años tuve una duda similar con
Alberto Bastardo, con la diferencia de que el zurdo, con todo y que no llenó
tantas páginas, de todos modos se instaló entre los diez de arriba en estaciones recorridas.
Tuve, pues, que volver a Pollock y encontré argumentos
sólidos para votar por él. Fue el abridor más laborioso (72.1 IP), el tirador
que más descanso dio a su bullpen, cualidad inestimable en todo iniciador. Sobre
todo en la LVBP. Si bien lo batearon, se las arregló para que no le pisaran el
home. Por eso fue segundo en efectividad (2.36) y en ganados (7). Eso se debe
en buena medida a que casi toda la presencia de gente en bases para Pollock se
debió a conexiones y no al morbo terrible de los boletos. El diestro de las
Águilas tuvo la mejor relación de transferencias por cada nueve actos de labor
(1.24) y ello explica su bajo WHIP (1.26). Sus seis aperturas de calidad (46,5%
de sus apariciones tuvieron ese rótulo) lo colocaron al frente de la estadística.
Pollock apenas recibió medio jonrón por cada nueve innings, lo que arroja luces
sobre porqué, con tantos hits recibidos, sufrió tan pocas anotaciones. Aunque
los innings no le bastaban para Pitcher del Año, Boscán fue mi escolta para
Pollock.
El pitcher de Caribes José Álvarez era un buen medallista de
bronce, pero los guarismos de Juan Carlos Gutiérrez como cerrador del Caracas
me impresionaron: 22.1 asaltos, pese a ser finalizador. Líder en salvados
(14), dos holds, apenas un blown
save en 24 apariciones, Tuvo el WHIP más bajo entre los pitchers con al menos
15 innings (0.85), solo le dieron un extrabase y su EFE fue de 0.81 pese a
lanzar la mayor parte del tiempo en el Universitario, donde vuela la pelota.
Gutiérrez ayudó a cambiarle la faz al Caracas, que tuvo problemas con el pitcheo
de cierre. Todo eso pese a haber
pasado casi un año sin arrojar una pelota.
Mánager del Año: Alfredo Pedrique (Anzoátegui)
Es el premio más subjetivo, porque no hay datos verificables
para ponderar la calidad del trabajo de un piloto. Para eso no hay OPS, ni WAR,
ni VORP ni sigla alguna que sirva. Y uno no ve a todos los dirigentes a diario.
Desde mi perspectiva, el Mánager del Año es el que logra más con menos, y ese
fue Pedrique. Pese a que la importación falló, y la tribu careció de un cuarto
bate genuino durante más de la mitad del calendario, Pedrique se las arregló
para mover las piezas y llevar al club a los playoffs en su año de regreso a
Puerto La Cruz. Aún con la tercera ofensiva más improductiva del torneo, y un pitcheo de mitad de tabla, los
Caribes de Pedrique terminaron segundos, a un juego de la punta y con 35
triunfos. Para segundo lugar la
decisión fue Luis Dorante, al mando de unas Águilas sin súper estrellas que clasificaron antes de
Navidad y cerraron a un encuentro de los lujosos Navegantes del Magallanes.
Hubo quienes apoyaron a Pedro Grifol y no les quito razón porque Lara lucía
como eliminado antes de comenzar el campeonato y clasificó. Quinto, pero
clasificó. El asunto es que Lara, con el propio Grifol al mando, quedó eliminado
en la 2011-2012. No hay forma de argumentar que fue Grifol la diferencia.
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