Parias abnegados
Carlos Valmore Rodríguez
Cada 27 de junio, una cáfila de bienintencionados nos infla
el ego con salutaciones y enhorabuenas por el Día del Periodista. En esa
cascada de alabanzas y felicitaciones nos sumergimos con gusto, valga la
confesión. Sigan así, nos dicen, cumpliendo con abnegación, mística y
profesionalismo el sagrado deber de informar. Nos recuerdan la nobleza de
nuestro oficio, nos suben a un pedestal. “Guardianes de la verdad”, nos
declaran, y sentimos como si la
Reina Isabel nos invistiera como caballeros. Es que somos “el cuarto poder”.
Uno se lo cree hasta que sale a la calle a hacer eso que nos aplauden; y en
cuanto pisas un callo pasas de guardián de la verdad a palangrista, de ínclito
héroe civil a estorbo, de abnegado profesional a chismoso, de paladín de la
libertad y pilar de la democracia a vulgar amarillista. Le pasa a los colegas
que cubren la fuente política y económica, pero también a los cronistas
deportivos. Después de todo, la tarea es la misma: contar hechos, que con
frecuencia deja mal parados a quienes ejercen el poder en cualquiera de sus
formas y escalas. Para nosotros, el deporte no es cosa de juego.
Creo hablar en nombre de los reporteros del beisbol cuando
afirmo que la cobertura se hace más difícil con cada año que pasa. Temporada
tras temporada, peloteros y
gerentes (no todos) disimulan
menos su desagrado con nuestra presencia y nos dejan ver más claramente que para
ellos somos un estorbo. Ejemplos sobran. La Convención Anual de la LVBP ahora
se hace fuera del país para que los jerarcas del circuito puedan deliberar sin
periodistas husmeando por los pasillos. No es una suposición. Algunos de ellos
lo han reconocido “off the record”. Ahí pecamos también los medios, que por
ahorrarse unos dólares y un boleto de avión a Aruba no les llegamos allá. Es
curioso que se maneje una reunión para tratar asuntos deportivos como si se
tratara del Proyecto Manhattan. Pero así funciona la cosa ahora. Lo de los
Leones del Caracas es capítulo aparte. Cuando yo comencé a ir a juegos de los
melenudos podía pasearme por el
dugout del equipo sin problemas. Ahora es campo minado. Hace siete, ocho años,
cuando el Caracas comenzaba su precampaña, se podía entrevistar a un pelotero durante
un alto en sus ejercicios. Luego se nos dijo que no, que solo tendríamos acceso
a ellos después de la faena para que los atletas se concentraran en lo suyo.
Ok, pudiera ser razonable, pensamos. Posteriormente nos sacaron del terreno y
nos mandaron a la tribuna para ver la práctica desde las tribunas. Espero que
en la próxima temporada no tengamos que ver los entrenamientos de los
capitalinos con unos prismáticos desde la Torre La Previsora. Cuando los
metropolitanos se coronaron en la contienda 2010-2011 a los diarios se les negó
autorización para cubrir la
celebración, a la que sí recibieron puerta franca el circuito radial de la
divisa y las televisoras. Pareciera que la prensa escrita es vista como paria
por algunos, como una suerte de epidemia que debe ser contenida.
Eso a pesar de que su presidente, Luis Ávila, siempre está dispuesto a
conversar con los fablistanes siempre de manera respetuosa y cordial.
Pero no solo Caracas hace saber que no somos bienvenidos a
la fiesta del beisbol. Magallanes hace lo propio. El año pasado un miembro de
su equipo de seguridad (desdeñando la política oficial de la organización)
agredió a un fotógrafo de Meridiano (y dañó su cámara) porque cometió el delito
de tomar unas gráficas. La cueva turca también se convirtió en “territorio
liberado” de “cuchilleros”.
Lo más inquietante es que Caracas y Magallanes son las instituciones más
poderosas de la pelota nacional, las que mejor deberían entender que un
espectáculo de masas como la LVBP requiere de la cobertura de la mayor cantidad
de medios de difusión posibles. Al menos en la nave hay jerarcas que mantienen una
posición “aperturista” con el tabú del clubhouse. Antes de comenzar la edición
2010-2011 un miembro del gabinete turco, a quien le planteé esta inquietud, se
mostró dispuesto a estudiar la apertura a los camarotes de la galera. “Nosotros
hemos evaluado esa posibilidad”, comentó. Ojalá no haya cambiado de opinión.
La Liga ha avanzado mucho en diferentes campos de unos años
para acá. Se ha hecho más profesional, mejor espectáculo. Pero le falta dar el
salto en materia de relaciones con los medios de comunicación. Mucho se puede
aprender de las principales ligas profesionales de Estados Unidos, MLB entre
ellas. No se trata de que los periodistas tengan derecho a importunar a los
atletas mientras hacen su trabajo, sino de que cada cual pueda cumplir con su
labor. ¿No quieren que los reporteros “molesten” a los jugadores mientras
practican? Perfecto, entonces abran los clubhouses, como se hace en las
mayores. Que haya paso al camerino hasta media hora antes del partido e
inmediatamente después de este. En una ocasión le escuché a un dirigente de
equipo que eso de permitir el ingreso de la prensa a los clubhouses era
inviable aquí por un tema de espacio, pues sencillamente no cabríamos peloteros
y reporteros. Para eso hay solución: dar un acceso restringido por día a través
de un pase especial, adicional a la credencial que expide el equipo. Así es en
el circo máximo cuando hay excesiva demanda de acceso.
En otra oportunidad oí a un directivo argumentar que no
podía permitir que entrara un periodista a vender mercaderías en el refugio de
los beisbolistas. Ahí la solución es más sencilla aún: revocatoria inmediata de
la credencial. Los clubes ejercen la potestad de aprobar carnets a los
periodistas. Si sospechan del profesionalismo de algunos (¿o es que todos
matamos tigres ‘turqueando’ en el estadio?) pueden reservarse el derecho de admisión. El asunto es que
ahí hay un doble discurso. Recuerdo claramente el día que Omar Vizquel se
retiró del beisbol venezolano. Fue en el Universitario y el Caracas era
homeclub. El terreno se llenó de asomados, que estoy seguro no eran
profesionales de la comunicación, sino fanáticos con credencial. ¿Y quién se
las dio? Leones. Incluso le mostré a un miembro del personal de seguridad cómo
una persona con acreditación de prensa, a quien jamás vi en el palco, le estaba
pidiendo un autógrafo a Vizquel, lo cual está terminantemente prohibido, so
pena de cancelación del documento y expulsión del infractor. No le hicieron
nada. Pero a uno sí lo empujan y lo maltratan en el cumplimiento del
deber.
¿Cuál es la razón de fondo para mantener los clubhouses
cerrados a cal y canto? El temor a la reacción de los peloteros, que son los
que reglamentan la cobertura de los medios. Para ellos, su clubhouse de la LVBP es una zona de
distensión, una cuna con mosquitero para guarecerse de las “picaduras” de la
prensa sin pagar la cuota de impopularidad por negarse, cara a cara, a dar una
entrevista. Ese status quo es perfecto para ellos, porque ni siquiera en
Grandes Ligas pueden librarse del escrutinio del “cuarto poder”. Ellos se meten
allá y listo, quedan fuera del alcance de la opinión pública. Repito, no son
todos, pero es una actitud bastante extendida en ese gremio. Los equipos deben
ponerse por encima de eso. Como siempre repite Luis Ávila: nadie está por
encima de la institución. Si en
MLB hubieran sucumbido ante la resistencia de los peloteros al ingreso de
mujeres periodistas al vestuario,
grandes talentos como Amy Nelson no podrían deleitarnos con sus notas. MLB dejó
claro quién mandaba. La LVBP debe hacer otro tanto, por más que tenga menos
poder.
Ojo, no se trata de exigir libertinaje ni de reclamar
alfombra roja. No. El que se mete a periodista debe saber que el papel de
intruso viene incluido en el paquete.
Solo invoco el derecho a la información consagrado en la Constitución de
la República y en los tratados internacionales. Así uno sea persona non grata
es nuestra obligación contar la noticia. Así lo seguiremos haciendo, con
“abnegación mística y
profesionalismo”, como dicen los avisos de felicitación del Día del
Periodista.
PD
Disculpen esta nota tipo Calimero. Tengo por norma no
escribir sobre nuestro oficio porque estoy convencido de que a la gente le
importa un pepino cómo hacemos el
trabajo y de qué manera llegamos a la noticia, sino la noticia en sí. Detesto
el pontificado sobre periodismo fuera de las aulas. Que conste que solo lo hago
con el salvoconducto que da el Día del Periodista, el único en el que somos
nosotros los protagonistas. Pero al final este problema sí le concierne a ud,
lector. Porque toda restricción a nuestro trabajo es una sustracción que se le
hace a la calidad de la información que lee. Cuando discriminan a la prensa
escrita se menosprecia también a sus lectores, que se cuentan por miles.
No me hago ilusiones de que estas líneas tengan algún efecto
positivo. Me conformo con que al menos sirva para que no desmejoren todavía más
nuestras condiciones de trabajo.
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