Carlos
Valmore Rodríguez
A
sus tiernos 21 años de edad, Omar López ya era ex pelotero. Cuando la carrera
de sus compañeros de generación estaba comenzando, la suya tocaba fin. El diagnóstico de López sobre su propio caso
trae incluida una confesión: “no trabajé lo suficiente ni le dediqué el tiempo
necesario. Cuando quise dedicarme, ya era tarde”. Y también un propósito de
enmienda: como técnico, pocos se esfuerzan como él.
Su
personalidad empeñosa ha favorecido su triunfo como mánager en Estados Unidos y
propiciado un venturoso inicio de temporada como piloto debutante en la Liga
Venezolana de Beisbol Profesional. En su estreno, López dirige al club más ganador de la contienda (Caribes de Anzoátegui) y se le entregó la conducción del bando de astros del mañana en el Juego de Estrellas. Los adjetivos inteligente y trabajador
aparecen en todos los testimonios sobre este valenciano ambicioso que se
propuso ser mánager en Venezuela antes de cumplir los 40 años y lo es a los 37.
Es menor que Tomás Pérez, uno de sus dirigidos. Es casi contemporáneo con
algunas de las figuras de su equipo, como Oscar Salazar. Pero sabe hacerse
respetar. “No tengo que ser un dictador para impartir disciplina”, subraya
López, cuya santísima trinidad beisbolera la conforman Alfredo Pedrique, Pablo
Torrealba y Andrés Reiner. Pedrique es su druida particular, el hombre junto al
cual dio sus primeros pasos como coach en Venezuela, apenas entrado en la
treintena y con la casaca de los Navegantes del Magallanes. De él heredó el
puesto de mánager de Caribes de Anzoátegui y muchos de los conocimientos que pone
en práctica. “Es un tipo inteligente, organizado y que se hace respetar”,
piensa Pedrique sobre su pupilo y sucesor. “Conoce el juego, tiene conocimiento
de todas las áreas, es muy responsable y se comunica bien con los peloteros.
Tiene la facilidad para comprenderlos, para saber cuándo llamar la atención, cuándo
corregir, cuándo felicitar”.
El
mirandino Ernesto Genovés, quien jugó tres años para él en las categorías
inferiores de los Astros de Houston, ofrece una visión sobre López que coincide
con la de Pedrique. “Cuando él ve que alguien necesita ser aconsejado se acerca
a esa persona. Se maneja bien con la gente. Y ha ido mejorando con los años. Al
principio creo que sobredirigía un poco, pero cuando lo tuve de conductor en
clase A media dejaba jugar más. Como mánager es bastante latino: le gusta el
bateo y corrido, ganar la base extra. Claro, dependiendo de la situación. Por
eso sus resultados han ido mejorando”. Ha progresado al punto de ser mánager
campeón en Estados Unidos y piloto del equipo de los astros emergentes en el
próximo Juego de Estrellas de la pelota venezolana.
Obra
a su favor el hecho de conocer casi todas las áreas de la disciplina a tan
corta edad. López ha jugado, ha dirigido, ha scouteado, ha coordinado. Polifacético,
ha desarrollado una visión integral del beisbol que aplica en la toma de
decisiones. “Todo lo que quiere una organización de un técnico, él lo tiene.
Sabe convencer, le llega a los peloteros, es un clavo enseñando, puede ser
instructor de bateo y de fildeo y se dedica al 100%”, asegura Rafael Cariel, formador
de jugadores de los Navegantes del Magallanes y quien conoce a López desde que
el timonel de los Caribes jugaba con la nave en la paralela.
La
vida de López como técnico tiene partida de nacimiento: 22 de mayo de 1998, la
misma fecha en la cual sus sueños de pelotero recibieron los santos óleos. Ese
día los Cascabeles de Arizona, que lo tomaron de los Medias Blancas de Chicago en
draft de regla 5 de ligas menores, lo dejaron libre. Contaba 21 años de edad y
apenas iba por clase A media. Su representante le dijo que se quedara en
Estados Unidos a la espera de una posible oferta de alguna liga independiente. Él
optó por regresarse a Venezuela y tocar la puerta de Andrés Reiner, quien
coordinaba la academia de los Astros de Houston en Guacara, estado Carabobo. “Me
levanté un día y decidí preguntarle a Reiner. Yo iba a hacer lo que él me
dijera”, recuerda López, quien por entonces seguía en la paralela con el Magallanes,
que mantenía una alianza de trabajo con los siderales. De ahí la confianza con Reiner,
quien quiso firmarlo para los Astros cuando lo vio jugar tercera base en La
Isabelica con Pumas, un equipo de beisbol menor. “Por varios meses lo visité en
su casa y hable con él y su padre, que tenía interés por firmarlo para la
Organización de los Astros de Houston”, contó Reiner a través de un correo
electrónico. “Ellos oyeron, pero no parecían muy interesados, aunque yo seguí visitándolos
varias veces. Se decidieron a firmar con los Medias Blancas de Chicago, a pesar
de que les dije que no les convenía. Cuál sería mi sorpresa cuando se presentó
en nuestra academia en Venoco una mañana y me dijo que el quería seguir en el
beisbol como técnico y que si yo lo podía ayudar”.
“Le
dije que sí con una condición”, prosiguió Reiner. “Que tenía que venir siendo
simplemente un invitado, pero trabajando como los que tenían contrato, con
diligencia, puntualidad y disciplina. Le dije que se podía quedar en esas
condiciones el tiempo necesario para desarrollarse como un futuro técnico”.
López
solo pidió cinco minutos para pensarlo. Fueron 300 segundos para tomar una gran
decisión: renunciar definitivamente a su ilusión de beisbolista, que fue
creciendo a lo largo de varios años en
Criollitos de Venezuela. El joven estaba resuelto: seguiría en el beisbol, pero
afuera de las rayas de cal. Por seis meses trabajó de sol a sol para los Astros
sin remuneración alguna. “Yo vi capacidad y deseo durante ese
tiempo y como la academia estaba en crecimiento creí oportuno ofrecerle un
contrato para que trabajara con nosotros”, describió Reiner. Yo tenía poder de decisión al respecto y solo debía
avisar que teníamos un técnico nuevo y notificar su sueldo”. Con López, Reiner hizo una excepción,
pues no tenía por política usar visas de trabajo para peloteros cesantes. El
gurú de origen húngaro disponía de motivos para darle trato preferencial al
joven valenciano. “Siempre fue un gran trabajador y dedicado. Tenía desde el
principio una facilidad para evaluar a los jugadores en el trabajo de infield.
Ese era su punto fuerte al inicio, pero claro, con el tiempo se fue aplicando
en todas las fases del juego. Al principio era un poco "fosforito" en
cuanto a paciencia, pero supongo que con los años eso se fue corrigiendo”.
Así
comenzó la etapa de técnico de Omar López, que él espera termine en las Grandes
Ligas. Quedaba atrás una fugaz vivencia como jugador, en la que siempre mostró
destrezas defensivas, pero poco poder. “Tenía un bate de cartón”, recuerda
Gregorio Machado, a la sazón coach del Magallanes y scout de los Mets de Nueva
York. “La verdad es que era más malo que la palabra”, se carcajea Rafael
Cariel. En su descargo, López declara que, al menos, mostraba buen contacto.
Pero cuando empezó a estudiar el arte del scouteo se dio cuenta de que Arizona
le hizo un favor ese 22 de mayo del 98, que hasta entonces había considerado
uno de los días más ingratos de su corta vida. “Años después, cuando fui a
aprender scouteo en República Dominicana, me di cuenta de muchas cosas, entre
ellas que, como pelotero, llegué hasta donde podía llegar”.
López
aterrizó en el beisbol por pura convicción. Hijo de un empleado de la General
Electric y de una contadora pública, no había pelota en sus cromosomas, pero sí
en su espíritu. “Como jugador era fuerte de carácter”, expresa Pablo Torrealba,
ex grandeliga y quien considera a López uno más de su familia, pues es gran
amigo de su hijo Steve, quien también llegó a las mayores. “Era el tipo de
pelotero que peleaba por el juego, al que le dolía demasiado perder. Se
frustraba, tiraba el casco, los bates. Pero al ser un hombre casado, con dos
niños, tenía que fundamentarse y adaptarse a nosotros. Trabajaba de seis a
seis, se mostró como un muchacho trabajador, preparado. Por eso el señor Reiner
abogó por él y pidió un cupo más, a pesar de que era difícil, porque los cupos
de visas estaban completos”.
López
comenzó como scout-instructor y los Astros lo involucraron en sus discusiones
en la academia de Venoco. Fue director de operaciones administrativas de
Houston en la Venezuelan Summer League, instructor de infield en liga de
novatos en Estados Unidos, mánager en Rookie League y en clase A media y ahora
conduce a Caribes hacia una temprana clasificación que podría darle votos para
el Mánager del Año. “Fue lo que puso Dios en mi destino”, piensa López, que
espera conquistar, como técnico, lo que le quedó grande como jugador: las
elevadas cumbres de Major League Baseball. “Si le puedo dar un consejo es que
no se rodee de gente por la comodidad de conocerlos, sino por la capacidad de
trabajo”, le recomienda Reiner. “El beisbol ha evolucionado mucho en los últimos
15 años, así que necesitará gente que esté al día. El pasado es historia y con
eso no se trabaja”.
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