Carlos Valmore Rodríguez
Yastrzemski. Deletrear esta espesa sopa de consonantes
cuesta tanto como ganar la Triple Corona, que desde hace 45 años lleva su
apellido. Los estadounidenses, magos de la abreviatura y tacaños con el tiempo,
lo redujeron a “Yaz”, una letra para cada guirnalda del buen bateo.
A Yaz le abreviaron el patronímico, no el talento.
Descendiente de polacos, y nacido en 1939, su diamante primario fue un sembrío
de papas en Bridgehampton, Long Island, Estados Unidos de América. Hijo de un
agricultor con dotes de atleta, Carl ya era un triplecoronado en la secundaria
como estrella de beisbol, baloncesto y fútbol americano. Antes de pelotero
completo, deportista enciclopédico. En la universidad hubo de escoger. Eligió
el beisbol y los Medias Rojas de Boston lo eligieron a él. Sus dotes de
chocador y su buena defensa de los bosques hicieron pensar a los bostonianos
que podría ser el sucesor de un superhéroe llamado Ted Williams. En 1957,
cuando Williams ganaba su penúltimo título de bateo, “Yaz”, zurdo como
Ted, firmaba con los Red Sox. Por
1959 debutó a lo grande en las menores (fue campeón bate y Más Valioso de la
clase B). En 1961 pisó tierra firme en MLB.
Y rápidamente las conquistó. En 1962, con 22 años de edad,
sacó votos para el Más Valioso luego de dar 43 dobles y 19 jonrones, remolcar
94 carreras y ligar para .296. En 1963 ganó el primero de sus tres títulos de
bateo (.321) y logró un porcentaje de embasado de .418. Su heterodoxo estilo de
pararse en home, con el bate muy arriba, empezó a hacerse popular en Boston y
sus alrededores, al igual que su número 8. “Yaz” calzaba los zapatos de Ted.
En 1966, Carl Yastrzemski terminó una campaña decepcionante,
tanto para él como para los Medias Rojas, que llegaron detrás de la ambulancia
en la Liga Americana. Pero el artillero emergió con la fuerza de un maremoto en
1967, su año, el de la Triple Corona. Fue campeón en average (.326) en
cuadrangulares (44) y en remolcadas (121). También en anotadas (112), hits
(189), OBP (.418) y slugging (622) Eran tiempos de dictadura del pitcheo, de
modo que esos dígitos valen mucho más que lo que aparentan. Con ellos empujó a
Boston en una lucha titánica que les permitió ganar, agónicamente, el
gallardete del nuevo circuito. Un juego le sacaron al final a los Tigres de
Detroit y a los Mellizos de Minnesota en lo que se llamó “El Sueño Imposible”.
Luego perdieron la Serie Mundial con los Cardenales de San Luis.
Miguel Cabrera siempre ha dicho en 2012 que ganar la Triple
Corona no era su prioridad. Tampoco fue la de Yaz en el 67, enfrascado como
estaba en la Odisea por alcanzar Ítaca: el clásico de octubre. “En el 67, la
triple corona no se mencionó nunca. Estábamos metidos en la carrera por el
campeonato”, dijo el ex jugador al diario Boston Herald. “Yo no sabía nada de ella hasta el día
siguiente, cuando leí los periódicos. La única persona que lo comentó, en las
últimas dos semanas, fue (el pitcher) Jim Longberg. Durante una serie en
Baltimore me dijo: ‘da algunos hits hoy, que yo voy a dejar en blanco a Frank
Robinson’. Yo pensé que se refería
solamente al título de bateo, pues Frank me llevaba unos puntos de
ventaja. Y así lo hizo. Frank se fue de 5-0. Yo creo que a Cabrera lo puede
ayudar su lucha por la clasificación”.
Después de la temporada, qué coincidencia, sí se habló de
Triple Corona, de Más Valioso y de Venezuela, porque un voto para el caraqueño
César Tovar le impidió al astro de los patirrojos ganar el MVP de la Americana
de manera unánime.
Desde entonces, nadie más había unificado las coronas de
cuadrangulares, promedio y remolcadas en una misma tanda, hasta que Miguel, el
ciclón de las Antillas, arrasó con
todo. Mas el reinado de Yaz como insigne toletero se prolongó por otros tres
lustros. Se retiró en 1983 luego de 23 campañas, en las cuales acumuló 3.419
hits y 452 bambinazos. Fue el primer paleador de la Liga Americana en combinar
tres millares de incogibles y más de 400 vuelavallas. Además ganó siete Guantes
de Oro por su brillante defensa del jardín izquierdo. “Nadie conocía el
Monstruo Verde como él”, recuerda Antonio Armas, slugger venezolano que tuvo la
fortuna de ser compañero de Yastrzemski en el último año del inmortal como
beisbolista activo. “Como yo jugué varias veces de leftfielder en el Fenway
Park (la casa de los Medias Rojas) siempre estaba atento cuando él hablaba,
porque era un experto en eso de calcular hacia dónde iba a picar la pelota
después de pegar en el enorme muro. Era una persona callada, pero tuvimos
cierta amistad. Lo consideraban un ídolo en Boston, al tratarse de una estrella que jugó toda su
carrera ahí. De verdad que era un
bateador impresionante y muy buen fildeador”.
Su monopolio de casi medio siglo sobre la Triple Corona ha
tocado fin, pero a Yaz le parece
natural. “Si no es Cabrera ahora, será otro”, razonó. “Me sorprende que haya pasado tanto tiempo sin que nadie la
lograra”.
A Carl Michael Yastrzemski, que aprendió a jugar beisbol
entre patatas, lo elevaron al Salón de la Fama de las mayores en 1989. Es una
estrella eterna, como su carrera, como su apellido.
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